Fidel y el colapso de la izquierda

Fidel se movió en las aguas pantanosas de la política mexicana tratando de conciliar lo irreconciliable

Fidel Castro.
Foto: Notimex.
Carlos Ramírez
Columnas
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La influencia de Fidel Castro en la izquierda mexicana duró bien poco; el periodo de encuentro fue corto: 1953-1958; el del desencuentro transcurrió de 1968 a 1989, en que desapareció el Partido Comunista Mexicano y hasta su muerte en 2016, por la ausencia de una izquierda socialista en México.

Fidel se movió en las aguas pantanosas de la política mexicana tratando de conciliar lo irreconciliable: el apoyo recibido del PRI y sus relaciones con los comunistas.

Los gobiernos priistas de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz se negaron a obedecer la consigna de Washington para romper relaciones diplomáticas con La Habana, pero solo hasta ahí.

Peor aún: Fidel le jugó las contras al gobierno mexicano en el periodo de la guerrilla (1969-1982), porque apoyó a los grupos guerrilleros contra el PRI y no hizo nada para desactivarlos, pero tampoco los financió ni les ayudó a derrocar al gobierno mexicano. México le sirvió de red de protección al socialismo cubano para resistir el acoso de la Casa Blanca.

Con el PCM Fidel buscó el sometimiento por instrucciones de Moscú, pero el partido no creyó en la vía armada. En 1968 Fidel mandó un doble mensaje a sus aliados comunistas mexicanos: apoyó sin justificaciones la decisión de Moscú de invadir Praga con tanques soviéticos para aplastar el experimento de socialismo democrático de Alexander Dubcek, que el PCM apoyaba, y no condenó la represión priista en Tlatelolco.

La tercera traición de Castro a la izquierda mexicana ocurrió en 1988: en diciembre, Fidel llegó a México a la toma de posesión de Carlos Salinas de Gortari a pesar de las quejas de la izquierda socialista y priista que había lanzado la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del general Lázaro Cárdenas que apoyó sin regateos la revolución cubana de Fidel.

Destino

Ya para 1988 Castro no era el mítico y legendario comandante de la Revolución cubana, sino el duro e inflexible jefe del Estado cubano y sus compromisos con gobiernos reaccionarios. Con el PRD, la izquierda neopopulista en los hechos rompió relaciones con Fidel.

Como jefe de una revolución socialista, Fidel se fue quedando sin aliados. La guerrilla que logró llegar al gobierno hubo de rendirse ante la institucionalidad y los grupos populistas se alejaron de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado.

Ante esa realidad en América Latina, Fidel mudó su discurso hacia el tema social y hacia la paz, pero ya sin soñar en un socialismo latinoamericano. El fin de las dictaduras militares en los ochentas hizo florecer el camino de la institucionalidad y de la democracia: Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Panamá y Brasil.

Lo malo fue que los gobiernos latinoamericanos de izquierda se quedaron estancados en el populismo y decidieron borrar el destino de la sociedad socialista y la sociedad comunista. Con los años a la espalda, sin la Unión Soviética, con los chinos mirándolo con desconfianza y necesitado de recursos que dejaron de llegar debido al fin de la URSS Fidel decidió olvidarse de la revolución y optó por el posicionamiento personal.

La izquierda no murió en Moscú 1989-1991, ni en la Cuba con relaciones diplomáticas con Washington sino que feneció cuando Fidel dejó de ser el líder socialista para convertirse en una estatua de sal.

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