Pacto: era demasiado para ser verdad

Si el Pacto por México fue la gran oportunidad histórica para catapultar la reforma del proyecto nacional de desarrollo, sus expectativas se han reducido al mínimo.

Los partidos utilizan el Pacto como rehén
Foto: NTX
Columnas
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Si el Pacto por México fue la gran oportunidad histórica para catapultar la reforma del proyecto nacional de desarrollo, sus expectativas se han reducido al mínimo. El PAN y el PRD lo han tomado como rehén para evitar las reformas, cambiar otras o romper el ritmo de los cambios.

En el fondo, el Pacto tenía sus limitaciones de origen: si las reformas se llevaban a cabo, el PRI se habría fortalecido al grado de regresar a su dominación hegemónica del pasado; sin embargo, PAN y PRD no entendieron la lógica de los cambios y fueron presa de las limitaciones de sus enfoques políticos tradicionales: la derecha conservadora exclusivamente proempresarial y la izquierda neopopulista.

Ahora la oposición no sabe cómo salirse del callejón en que se metió: PAN y PRD han condicionado las reformas sensibles a los impuestos y al petróleo a una reforma previa de carácter electoral, pero por las oposiciones a la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto el PAN y el PRD no van a avalar la reforma energética priista. Así que es probable que el PRI posponga la reforma electoral ante la incertidumbre de la oposición respecto del petróleo.

El PRD no sabe qué hacer: los gobernadores perredistas y muchos legisladores iban a entrarle en serio a la propuesta peñista de reforma, pero intervino Cuauhtémoc Cárdenas no solo para cambiar el enfoque de las reformas, sino además para competir contra Andrés Manuel López Obrador por las protestas callejeras. Cárdenas podría ayudar a diluir las protestas del tabasqueño, pero hay indicios de que el hijo del general realmente quiere frenar la reforma para no terminar de destruir la herencia histórica de su padre.

El Pacto fue concebido como un mecanismo de consenso de reformas coincidentes en objetivos. Así salieron las reformas a las telecomunicaciones y a la educación. Pero las reformas mayores no podrán pasar el acuerdo de los partidos: la fiscal y la energética, ambas tocando las fibras más sensibles de las propuestas programáticas de los partidos, pero ambas necesarias para la reconfiguración de las expectativas de ingresos de las finanzas públicas.

Modelos

El problema de fondo era sabido: el proyecto nacional de desarrollo del PRI se agotó desde 1973 y se hicieron esfuerzos hasta 1993 para mantenerlo a flote; el tratado de comercio libre con EU y la globalización comercial modificaron el rumbo de la nación, pero sin el consenso de las fuerzas sociales y políticas.

Las reformas dentro del Pacto delinearon las dificultades, pero no abrieron posibilidades: seguir por el camino de la globalización y el mercado o regresar al pasado estatista.

El desafío era encontrar un término medio: un modelo de mercado con regulaciones estrictas del Estado y políticas de bienestar social.

El PAN y el PRD le entraron al Pacto a sabiendas de que era un modelo de profundización del mercado y el PRI siempre supo que las posibilidades de las reformas pactadas llegarían hasta el límite de las definiciones políticas de la oposición. Ese momento ha llegado: la reforma energética presidencial abre espacios al sector privado nacional y extranjero, el cardenismo quiere salvaguardar la herencia del general expropiador de 1938 y el PAN tiene el propósito de privatizar lo que no pudo hacer cuando tuvo el poder presidencial.

El Pacto era demasiado bonito para ser verdad. Pero cometió un error estratégico: las reformas de fondo no se planean, sino se deciden de antemano para evitar los desacuerdos con los militantes de las fuerzas políticas. Y ahora el Pacto se quedará en el peor de los espacios: ni para atrás ni para adelante.

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