Vivimos en una era de inmediatez donde todo es desechable, todo es borrable, todo es intercambiable y nada es indispensable. Pareciera que no les damos el suficiente valor a las personas y los instantes se convierten en algo efímero. Dedicamos más tiempo a coleccionar mensajes de texto y fotografías que desaparecen al ritmo que bajan los dedos, en vez de atesorar momentos que realmente nos toman tiempo.
Nos hemos acostumbrado a depender de la tecnología y hemos normalizado el trato con las personas de manera virtual, en vez de cerciorarnos de que exista de manera real.
Hemos convertido nuestras relaciones más cercanas en una pantalla y muchas veces sin darnos cuenta sacamos a las personas de nuestras vidas con la misma agilidad con la que borramos un error ortográfico, una palabra que sobra o un emoji en el celular.
Estas desapariciones “casuales” se han convertido en algo tan común y cotidiano que ya existe un término para ello: ghosting.
El ghosting es cuando una persona desaparece de tu vida sin previo aviso, corta toda comunicación y sin alguna explicación se esfuma como un fantasma. Aunque en su mayoría el término aplica para las relaciones amorosas, el ghosting también sucede con alguien con quien apenas estabas saliendo o tal vez una persona con la que ya tenías una relación. Pasa igual con amigos o familiares.
Esta desaparición y silencio repentino trae consigo una fuerte frustración. Quizá nos culpemos a nosotros mismos y pensemos que hemos hecho algo mal, pero el dedo apunta para los dos lados porque seguramente en vez de hablar las cosas y enfrentar a la otra persona a nosotros también se nos ha hecho más fácil aplicar el ghosting con alguien.
De acuerdo con una encuesta publicada en el diario Huffington Post, 26% de las mujeres y 33% de los hombres han recibido el ghosting y lo han aplicado también.
Realidad
El ghosting conlleva razones sicológicas y la más común es la evasión. Si evadimos a la persona, en automático evadimos el conflicto. En el fondo creemos que al aplicar la desaparición evitaremos la confrontación, las conversaciones difíciles y quizá si nos salimos de la vida de alguien repentinamente no lo lastimaremos.
Las repercusiones del ghosting son varias, pero las más comunes son ansiedad, confrontaciones innecesarias y fuera de lugar, tiempo después de que la persona desapareció, así como frustración y duda.
A pesar de las cosas negativas, el experto en salud mental y adicciones Sean Swaby sugiere que el ghosting también puede tener sus lados positivos. Entre ellos señala que es bueno para protegerse de una relación mal encaminada, para esconderse ante situaciones incómodas y también para darse un break, ya que es sano autodesaparecer de algún lugar cuando ya no queremos estar.
Seguramente todos pensamos diferente, pero al final del día yo considero que lo que más da alegría es afrontar la realidad para seguir respetándonos en nuestra individualidad.