Aún campean en el aire los ecos de la reunión de líderes de América del Norte y en muchos de ellos se escucha clara una voz que alude a la oportunidad ante las circunstancias favorables que tiene nuestro país. Lo anterior es real cuando se tiene a la vista la desaceleración económica que experimenta China, aunada a la guerra comercial que sostiene con Estados Unidos.
Una gran parte de la manufactura necesaria para las cadenas productivas, por esas y muchas otras razones de conveniencia, están en proceso de mudanza hacia el extranjero desde aquel país asiático.
Además, la interrupción de diversos suministros ante la guerra en Ucrania acelera por igual un proceso de avizoramiento de nuevos destinos para la producción manufacturera.
México tiene una ventaja geográfica y de capital humano inigualable. Es así que, posterior a la reunión que el presidente López Obrador sostuvo con Joe Biden, se anunció la creación de una comisión para el estudio y planeación de la sustitución de importaciones. Es desde este punto de partida donde el país debe afianzar un plan de mediano plazo que reste riesgos y no se pierda en el embelesamiento de un escenario que pinta para ser de fantasía.
Y una solución que deriva en desarrollo e inversión es el llamado nearshoring. En suma, se refiere a la relocalización entre economías afines y compatibles.
Uno de los mayores pilares de esa afinidad y compatibilidad es precisamente la existencia del TMEC, que da sustento a una posible nueva ola de inversión favorable en todos sentidos a nuestro país. Sin embargo, no todo este deseable escenario puede darse en automático; las condiciones son idóneas, pero habrá mucho por considerar como preparativos para una circunstancia futura.
Factores
No dejar a un lado que la reubicación de la producción que actualmente se lleva a cabo en otros países, fundamentalmente asiáticos, es para EU una prioridad que, sin embargo, terminaría en un último momento por favorecerlos en exclusividad. Es una jugada a conveniencia para, por una parte, debilitar a su acérrimo rival comercial; y, por otra, tener a México como un puente intermedio de producción que les permita transitar a una producción local con una economía sumamente cerrada.
Ante este panorama México debe estructurar la oportunidad teniendo en consideración algunos factores que no hagan volátil esta brillante circunstancia. En primer término, mucho tendremos que trabajar para apuntalar la revalorización del Estado de Derecho; en tanto no existan condiciones de seguridad y de certeza en el ejercicio de derechos, difícilmente se podrá apostar por mejores condiciones de confianza para la inversión. Seguido de lo anterior, nuestro país debe aportar de forma acelerada una estrategia para favorecer el incremento de la formalidad en el trabajo, una vez llegado el tiempo de los asentamientos empresariales extranjeros.
Una mayor productividad deviene de esquemas de trabajo fortalecidos y certeros, alejados de la conocida explotación que en otras latitudes significó debilidades.
Además, el abatimiento de costos de producción pasa por una infraestructura para el transporte eficiente y segura. Este punto es de especial consideración ya que la merma por ilícitos carreteros y la nula integración de productores regionales es una dura realidad a la que estamos sometidos los mexicanos.
Como una adicional consideración, aun cuando seguramente existen varias más posibles, remarcaría que el terreno de tránsito legal de los negocios igualmente pasa por los marcos normativos locales. Así, México se encuentra calificado entre los países con mayor ineficiencia en materia de regulación entre los países de la OCDE según las consideraciones aportadas para 2022. Una desregulación eficiente que signifique agilidad y armonice los distintos órdenes de gobierno significará menores costos en cumplimiento y trámites que a veces imposibilitan las transacciones comerciales.
Y finalmente, México tendrá que flexibilizar su política para la producción de energía; ya están sobradamente discutidas las diferencias que existen entre los países y ello no debe convertirse en una zanja imposible de flanquear.
Lo cierto es que estamos muy cerca de una nueva oportunidad histórica para la generación de inversión y prosperidad en nuestro país. Episodios anteriores han pactado un fracaso ante la pobre preparación para tales escenarios. Estemos listos. Dejar pasar esta ocasión sería irremediablemente inoportuno.