¿ASÍ O MÁS PARTIDOS?

No finquemos la total esperanza de mejora en el fortalecimiento ideológico de los partidos políticos.

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Columnas
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Existe una falsa percepción en cuanto a que a mayor número de participantes en un plano de democracia electoral mejor calidad en el nivel de desarrollo de la misma. En México los partidos políticos han sido el vehículo mediante el cual la ley reconoce la posibilidad de acceder a los puestos que implican ejercicio de poder. Así, con un número infinito de reformas, el sistema político electoral ha tendido a la apertura y al reconocimiento de nuevos caminos de participación por la vía de la candidatura ciudadana o independiente.

Y sin embargo, a pesar de la robusta representación en opciones de la política, cada seis años en nuestro país se abre la posibilidad de dar cabida a nuevas instituciones políticas para competir en las elecciones.

Una vez que hayan sorteado el muy complicado tránsito tramitológico y logístico para ser calificados positivamente por el Instituto Nacional Electoral podrán entrar a la competencia electoral y a lo que muchos verdaderamente apetecen: el financiamiento público mediante prerrogativas y que se transmiten a estas entidades en cantidades a veces millonarias.

La amarga discusión de los días recientes —algunos no vieron favorecido ese afán democrático por estar en la mesa de los actuales siete partidos nacionales— se recrudece al grado de la descalificación que, más que conveniente, resulta ya caprichosa. Los aplausos por complacencia cambiaron abruptamente a los chiflidos de la reprobación en una nueva muestra de lo disímbolo que puede ser el parecer político cuando alguien se apersona con los favorecidos respecto de cuando el mismo personaje se sienta con los no agraciados.

Una argumentación de mayor calado debería ir en el sentido de cómo lograr la elevación del hoy roído prestigio de los partidos políticos en México y cómo paulatinamente, mediante el ejemplo positivo, buscar que el ejercicio electoral y la propuesta política vaya mucho más allá de los lugares comunes que hemos visitado en varias décadas. Qué deseable sería quitar los estigmas que han llevado a que en tiempos de elección y coaliciones se escondan con real apocamiento logotipos y menciones al instituto y se enaltezca con grandilocuencia al candidato. Nada extraño en un contexto donde la coincidencia en el parecer ciudadano apunta a tachar a los partidos políticos como las instituciones menos confiables en la democracia mexicana. Ahí cabe con toda justificación, pero con peligroso desparpajo, el conceder los atributos a los candidatos en vez de a los signos que identifican la política. Hacer de ello la habitualidad desdibuja cada vez más el núcleo de ideología y propuestas de un partido y lo convierte en un charco hediondo cuya coloratura es de imposible identificación.

Aporte

Pero no finquemos la total esperanza de mejora en el fortalecimiento ideológico de los partidos políticos. Como bien se diría, aquel constituye una causa necesaria mas no una suficiente. Hoy como nunca las verdaderas movilizadoras de voluntades hacia las urnas son las causas. Es así que, a pesar de las diferencias motivadas por la renovación, el mantenimiento de la causa de núcleo en un partido como Morena prevalecerá mostrada en tanto prevalezca la visibilidad del presidente López Obrador. Aquello continúa por sostener a dicho partido y probablemente le dé ventajas hacia 2021, si es que los raspones no se convierten en verdaderas fracturas. Por otra parte, ningún otro partido en la palestra ha podido articular una causa identificable con el sentir social y se han enfocado en buscar la reivindicación en la reyerta que confronta en directo al Ejecutivo nacional.

¿Existe una causa en los nuevos intentos de partidos políticos que en verdad se apegue a la lógica de la mejoría desde los conceptos y de honda profundidad para México? A primera vista nunca se avizoró completa.

Lo que ya no hace bien a nadie es permanecer aferrados a los antagonismos personales sin que la visibilidad exterior de cualquier partido político sea el compromiso que lo identifica con real empatía con una, dos o miles de necesidades que aún tenemos en el país. Con una frontera casi impasable, diseñada por los actuales dueños del juego electoral, ¿cuál es el banquillo desde el cual, más allá del cumplimiento formal de trámites, surgirá con un aporte valioso aquel partido que vuelva a generar esperanza? ¿Ustedes lo vieron?

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