EL BURKA QUE HOY VISTE AL MUNDO

“Ahí la apuesta de China es pragmática desde años atrás”.

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Columnas
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Hay actos que implican la definición futura de todo un pueblo. De ellos, quienes han sido protagonistas difícilmente se pueden hacer a un lado o pretender que no tengan un revés futuro de dimensiones insospechadas. Esta podría ser la lógica de lo que acontece en las tierras que ahora se someten al mandato de un régimen que se cimenta en lo más arcaico y lesivo para la dignidad y los derechos humanos.

En esa tierra policromática donde conviven pashtunes, uzbekos, tayikos, hazaras, nuristanís, baluchis y brahuis surgen triunfantes los “estudiantes” que, formados en los centros religiosos islámicos, pactan una vida de atrocidades permisibles en un mundo que se horroriza por lo cruento de su actuar.

Los talibanes tan temidos vuelven a ser gobierno de mandato absoluto y el mundo previsiblemente debiese cambiar ante lo inaceptable que resulta la instalación de un emirato donde la mujer esencialmente se equipara con la nada.

Es en ese punto de partida donde la comunidad internacional no puede hacerse ajena a la nueva realidad afgana. Pero subrayadamente Estados Unidos tiene una prueba de fuego en que las decisiones implicarán no solo el destino inmediato en materia de geopolítica, sino que en el futuro próximo involucrarán por igual la definición del valor electoral de los demócratas y del proyecto del presidente Joe Biden.

Vamos por pasos en este análisis. En primer término parecería que Afganistán constituye un sólido muro en el cual colisionan las grandes naciones. Ya se pasó por la experiencia del encumbramiento comunista y la consecuente caída de Rusia, además de este presente y sonado episodio donde, pactado desde el acuerdo de Doha, Estados Unidos emprende el retiro de sus tropas y tácitamente reconoce una derrota a la que disfraza como una inexistencia de intereses puestos sobre el ahora emirato.

Ahí resulta una contradicción lo expresado, ya que si el cometido principal de la prolongada misión que lideran los norteamericanos era evitar el establecimiento de un santuario terrorista, no se contribuye en absoluto a esa meta al dejar a la deriva a un pueblo condenado a la violación sistemática de los derechos humanos fundamentales.

Es previsible que después de una confrontación frontal entre talibanes y estadunidenses aún subsistan las rencillas que, ante la permisividad, probablemente madurarán en nuevos intentos por lesionar la integridad norteamericana. Esta afirmación se fortalece al no existir una sola línea en el acuerdo de retiro sobre el respeto a la integridad y derechos del pueblo y de manera enfática de las afganas. La imposición del terror autoritario con base en la interpretación rígida del Islam significará sin duda una nueva era lóbrega para ese país, donde a decir de Estados Unidos nunca se pretendió instalar una democracia.

En segundo término el conjunto de intereses presentes en el mundo viene a proponer un nuevo y poderoso actor en este escenario. No habrá que buscar muy lejos de la zona de conflicto ya que, como vecino del norte, difícilmente se hará ajeno a un suceso que bien puede significarle una gran oportunidad: China, a diferencia de Estados Unidos y Rusia, parece haber asimilado la lección de que no es por la vía de la intervención militar como se puede incrementar la influencia económica y política tanto en Asia como en el mundo. Es más bien a través de diplomacia y generosas inversiones para la reconstrucción y estabilidad de la zona como el gigante asiático podría consolidarse con ventaja ante su rival norteamericano. Ahí la apuesta de China es pragmática desde años atrás. Dialoga con prácticamente todos los actores de la zona por vías oficiales e incluso recientemente muestra empatía con el frente talibán, como se constató hace poco con la reunión del ministro de Relaciones Exteriores con el jefe político de los talibanes en la región autónoma de Xinjiang. Aunado a lo anterior hay que considerar la declaración de la portavoz de la diplomacia china, Hua Chunying, en el sentido de que China busca una relación amistosa con sus vecinos afganos.

Afganistán moverá intereses y posturas globales que podrían significar nuevas confrontaciones. ¿Será tiempo de solidaridad irrestricta o quizá de aprovechamiento de circunstancias?

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