Una distracción en el cometido fundamental de una organización puede conducir a la generalización del desorden y la disfunción. A contrapelo resulta esta aseveración cuando se alude a la milicia ya que, en su núcleo conceptual, lo militar precisamente se refiere al orden irrestricto, al apego absoluto a una línea de actuación delimitada por férreos códigos de lealtad y disciplina que rayan en lo inquebrantable.
Sin embargo nuestro país se encuentra en un proceso de transformación mandatado por el Ejecutivo federal, donde la diversificación de la función militar raya en la demasía y la inadecuación. Tal peso concedido a efecto de reconocer la confiabilidad en las Fuerzas Armadas podría tener consecuencias contraproducentes que México no necesita en momentos críticos como los vividos.
El inicio de este sexenio enfrentó duras realidades que tenían que solucionarse; ahí donde se encontró un esquema de caos en torno de la seguridad pública es donde en un primer momento se echó mano del Ejército para apuntalar al país frente a los niveles de violencia, ante los cuerpos de policía infiltrados por el crimen que dejan miles de personas muertas o desaparecidas. Ese tránsito hacia el modelo de Guardia Nacional empoderó lo militar para que suplieran varias de las funciones que en materia de policía, seguridad y primer cerco de protección correspondían a las autoridades civiles.
Esa comodidad para la encomienda, donde la instrucción se acata con nobleza, ha llevado a que recientemente se les encargue a los soldados mexicanos un cúmulo de labores que tienen que ver con la edificación y administración de diversos cometidos que por naturaleza deberían comisionarse a particulares. Sin cuestionamiento alguno sobre la lealtad y amor a la patria de quienes nos protegen está el planteamiento sobre la idoneidad de tales acciones. No se puede dar un viraje en la cantidad de funciones, que a veces entran forzadamente dentro de la legal actuación concedida en la propia ley orgánica del Ejército y Fuerza Aérea, sin pensar que no existirá un costo en el aprendizaje y ejecución de esas funciones cuando las mismas resultan absolutamente inéditas para las Fuerzas Armadas.
Diversidad
Desde la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, pasando por la vigilancia y administración de las aduanas, hasta la concesión del control de tramos del Tren Maya, ahora vemos un Ejército que abre una diversidad en la función primaria consistente en la defensa de la soberanía y la seguridad nacional, que de ninguna forma es igual a la seguridad pública.
Subrayo nuevamente: no se cuestiona la probidad de los mandatados, pero estos esquemas pueden incluso presentar complicaciones legales y económicas graves. En primer término, la concesión para la administración de los tramos ferroviarios está planeado, según el presidente, para evitar la privatización de las obras, pero además para ingresar el producto de dicho manejo a los fondos de pensiones de los militares.
Aquí puntualizo dos cuestiones: no existe un esquema dentro de la legalidad actual que permita darle ese destino directo a tales fondos; los dineros resultantes de una actividad como la planteada obligadamente se tendrían que ingresar a las arcas nacionales como ocurre con las empresas paraestatales; destinarlo a otro cauce es legalmente discutible. Además es sabido que en una tendencia mundial las empresas ferroviarias dedicadas a la transportación de personas casi en su totalidad reportan pérdidas considerables al no ser este ya un sistema de movilidad que se encuentre como primera opción en el público usuario. Más bien, en su mayoría, requieren de subsidios estatales. Si esto ocurre en el caso mexicano los leales militares podrían esperar sentados por muchos años el cuantioso incremento prometido en sus fondos de retiro; o peor aún, tendrán que darse cuenta de que nunca llegarán.
Pero debemos insistir: la multiplicidad de funciones recientemente otorgadas al Ejército puede abrir huecos muy graves en el esquema de seguridad que actualmente apoyan. Basta con detenerse en el avance que el crimen organizado ha tenido y cómo se vuelve cada vez más público y presente. Basta con avizorar la tensa relación con un aliado como Estados Unidos para entender que se está en el límite de una ruptura.
Leal Ejército mexicano, portador de prestigio y honra, no te alejes de tu cometido; como nunca te requerimos funcional y vigoroso.