TEMBLOR DE MAGNITUD MUNDIAL

“Una desgracia de dimensiones gigantescas”.

PRODUCTOR IVANDIABLITO
Columnas
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El evento trágico representa en sí una herida imborrable en la historia de los países. Particularmente, la afectación por el sismo de 7.8 grados en la región de Gaziantep, sureste de Turquía, es de dimensiones poco conocidas para un país que ahora acapara la atención de la comunidad internacional.

Y por supuesto que la motivación primaria de dicha atención apela a la solidaridad y la empatía en medio de una desgracia de dimensiones gigantescas; pero adicionalmente, el evento empuja diversas consecuencias que ya se avizoraban en un horizonte enrarecido.

Por una parte, Siria, brutalmente afectada por los sismos en la región de Alepo, agrava exponencialmente su inestabilidad. Antes del temblor la zona ya estaba a punto del colapso por el conflicto que enfrenta al gobierno con los grupos rebeldes que encabezan etnias kurdas. Adicionalmente, las condiciones climáticas recrudecieron en las recientes semanas: lluvias torrenciales y temperaturas de varios grados bajo cero hacen de esta una crisis de dimensiones inimaginables.

Pero el antecedente en Siria deja un escenario que paraliza la posible reconstrucción donde ya reinaban ruinas, inmersa en un conflicto armado que se ha prolongado desde aquel 2011 en que se gestó la guerra civil cuando llegó la inconformidad contra el régimen de Bashar el-Assad. Tal desgracia bélica ha cobrado la vida de miles de civiles, quienes no encuentran asentamiento fijo para volver a la normalidad. En un escenario así la crisis humanitaria se agrava con los años y empuja a una recesión y crisis económica sin precedentes para los sirios. Este país hoy grita por una ayuda que encontrará numerosos obstáculos para poder concretarse; la precaución de Naciones Unidas, Cruz Roja y otras organizaciones de corte humanitario será factor de demora para la atención de una crisis que precisa ayuda inmediata. Además, no olvidemos que Rusia ha mantenido presencia armada en Siria en apoyo al gobierno de dicho país. Inmersa en una guerra, poco podrá aportar adicionalmente en tan complicado escenario.

Turquía

Turquía cuenta a su vez con enormes problemas. Recep Tayyip Erdogan lleva ya una suma de años acumulando conflictos internos. Su estilo entre populismo islámico, nacionalismo patriótico turco y autoritarismo da como resultado un país sumamente dividido, cuya paciencia seguramente se acortará por la imperiosa necesidad de respuesta efectiva ante la tragedia.

Es notorio que la inconformidad social aumenta a medida en que se afianza el estilo peculiarmente propio del mandatario, al cual incluso con todo cinismo se le llama “el régimen de gobierno de la presidencia”, para distinguir el autoritarismo que se acrecienta con la inobservancia sistemática del régimen constitucional. La crisis humanitaria que viene desde el sur agrava las condiciones. Miles de refugiados sirios hoy también serán responsabilidad para la atención del régimen turco. En un contexto donde la Unión Europea (UE) es cauta y Estados Unidos se comporta con ambivalencia para el apoyo, no hay dinero ni fondos para sanar tanto el antecedente acumulado como la situación inmediata.

Finalmente, la ola sísmica de consecuencias llega hasta nuestras latitudes. El incremento del precio del petróleo es visible en estos primeros momentos y sin duda tenderá al alza adicional en próximas fechas. Tan solo las mezclas West Texas y Brent ya acumulan incrementos de entre 1.5 y 3%. Si aunamos lo anterior a la ampliación del embargo que la UE ha hecho a Rusia, bien se pueden esperar escenarios incrementales. De confirmarse un desabasto regional adicional por la afectación de oleoductos debido a los sismos, estaremos en un escenario en el que la oportunidad de mercado para países productores de petróleo será enorme. De ahí la importancia que el abasto latinoamericano del combustible representa en estos momentos.

Lo cierto es que el mundo vive una tragedia que a todos debe involucrar y que bien puede determinar nuevos rumbos tanto en conflictos bélicos como en políticas públicas, exigencias y desánimos sobre gobernantes y mercados y economías. La nueva sismicidad de la región no da tregua mientras todos contemplamos estupefactos el dolor que proviene de la acumulación de errores y rencores y que hoy significa pérdidas de vidas.

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