Nada ralentiza más el desarrollo que la incertidumbre. Y en esa incertidumbre comúnmente la desgracia de algunos resulta en el provecho de otros. Siempre será útil la contundencia de los datos y la serenidad del conocimiento. Así, adentrarnos a analizar sin amarillismo lo que de manera continua representará para la humanidad la evolución de una enfermedad como el Covid-19 nos permite adelantarnos en escenarios de mayor tranquilidad y tomar decisiones informadas.
No es desdeñable la aparición de una nueva variante de coronavirus, pero con el tramo de aprendizaje adquirido hoy se sabe que gran parte de la solución para la salvaguarda de la salud colectiva se encuentra en la vacunación generalizada.
Además, recientes estudios demuestran que la potenciación de esa efectividad se dispara con la aplicación de los boosters o dosis de refuerzo, que incluso en varios casos si se llevan a cabo de manera combinada elevan la inmunidad considerablemente.
Un reciente estudio sobre la efectividad de las vacunas y sus refuerzos publicado por The Lancet aporta una serie de datos alentadores. En primer término, se consolida el argumento de que quienes han sido vacunados presentan cuadros de respuesta inmunológica mucho más sólidos ante la enfermedad. Se sabe ahora que aquellos que recibieron dosis de AstraZeneca y Pfizer se encuentran protegidos entre 79 y 90% frente a la evolución más grave del Covid, además de evitar la hospitalización y reducir la mortalidad en casi 80%. Ante variables como Delta y la nueva Ómicron es sugerible una dosis de refuerzo al considerar que la eficacia de las primeras inoculaciones disminuye con el tiempo. La agencia de salud pública de la Unión Europea la recomienda y, con gran fortuna, México la considera ya como un hecho.
Los datos obtenidos del estudio en 180 países arrojan mayor luz en el horizonte y parecen ser sumamente alentadores ante este nuevo escenario. Hay información suficiente para generar confianza y flexibilidad en programas de refuerzo conforme a las posibilidades de los países en torno de sus propias cadenas de suministro y disponibilidad de vacunas.
Refuerzo
En todos los casos, aunque por razones lógicas no se tiene un estudio detallado de la memoria inmunológica a largo plazo, la combinación de vacunas genera afinidad y grados de rechazo mínimo, por lo cual resulta aceptable aplicar refuerzos alternativos al primer paquete completo de vacunación. Esto en países donde la variabilidad de vacunas por farmacéutica es amplia podría proponer esquemas de mixtura para las dosis de refuerzo. Ahí lo importante será ampliar los públicos a vacunar y, además, reforzar con prontitud las cadenas de suministro y logística para ganarle tiempo a una posible superviniente línea de contagio por nuevas cepas del virus. Se debe elegir, sin embargo, con la información ya disponible a través de la OMS, qué planes de refuerzo inmunológico utilizar tomando en consideración perfiles de efectos secundarios conocidos, disponibilidad de vacunas y dosis suficientes para acomodar números de aplicaciones.
Pero a todas luces el panorama es promisorio en positivo. En los estudios de referencia existe una respuesta en anticuerpos positiva que aumenta la inmunidad traducible en protección. Esto incluso funcionó en un momento primario con las variantes Beta, Delta y ahora Ómicron, por lo que podría anticiparse que si bien la nueva variante propone una ratio de contagio más amplia también es cierto que su tratamiento es similar al de las variantes conocidas y su sintomatología no ahonda en gravedad ni en mortalidad.
El problema real persiste a nivel de disponibilidad de vacunas para países cuya precariedad económica no concede la adquisición masiva de dosis, ni sus infraestructuras para la distribución y aplicación son sólidas y funcionales. No es sorpresa que el brote surja con gran vigor en África donde, a nivel mundial, solo se han destinado seis de cada 100 vacunas disponibles para una población de mil 390 millones de personas. Ahí el mecanismo operado por la ONU solo ha conseguido inocular a 5% de la población africana con mayores carencias. Más allá de una alarma innecesaria está la continuidad de las medidas de seguridad y volver la vista con justicia a países que requieren de la solidaridad internacional.