Una aclaración de entrada: he leído montones de descripciones, explicaciones, opiniones y discusiones sobre las criptodivisas tipo bitcoin y sigo sospechando que son una reverenda vacilada atrapatarugos. ¿Se debe simplemente a que no acabo de entenderlas? Es probable; mi IQ es más bien medianito. En fin, continúo intentándolo y esta vez acudo a un artículo de Jim Rickards, talentoso y sinuoso analista financiero ligado desde siempre al Pentágono y a los aparatos de espionaje gringos.
Rickards cuenta que fue a una reunión secreta con sus contlapaches guerreros, cuyo objetivo era “encontrar las mejores maneras de cortar el flujo de financiamientos para (la organización yihadista Estado Islámico) EI y otros grupos terroristas trasnacionales”.
Un conspiranoico diría que la cosa es fácil: interrumpan la línea de contrabando petrolero de Irak a Turquía, y listo: se mueren por asfixia. Pero como este atajo sería demasiado sencillo y barato (y además ya lo está haciendo Vladimir Putin a bombazos), Rickards y sus contlapaches se fueron por el camino largo y costoso que les genera más negocio, diversión y prestigio.
Según Rickards “EI y sus similares han encontrado el modo de transferir fondos de sus ricos patrocinadores sauditas wahabitas a través del uso de criptodivisas digitales tipo bitcoin, a sus proveedores de armas, alimentos y servicios”. Para ese fin, armaron (no pun intended) un grupo de expertos en finanzas y en computación para cortar esas vías electrónicas.
¿Pa’ qué tanto brinco?
El conspiranoico opinaría que esas son ganas de hacerle al menso. El meollo no es cómo impedir que los terroristas hagan llegar los pagos a sus proveedores, sino en cómo impedir que los terroristas se hagan de dineros. ¿Esos malvados wahabitas son su única fuente de recursos? Y en todo caso, ¿a poco Estados Unidos no tiene forma de meter en cintura a esos malvados? Pero, otra vez, esa solución sería demasiado sencilla, y de lo que se trata en la geopolítica es de complicar, extender y alargar los asuntos, no de resolverlos.
Fiel a esta norma de tortuosidad fundamental, Rickards se va por los cerros de Úbeda y se enzarza en una sesuda disquisición sobre la esencia, implicaciones y características de los bitcoin en particular y las criptodivisas en general. Y aquí asoma la oreja el burro. El propósito real de fondo, diría nuestro conspiranoico de cabecera, parece ser no el de cortar las vías de criptodivisas en el submundo del terrorismo, sino el de asociar mentalmente a esas dos entidades. Bitcoins = terrorismo. Y más generalmente: criptodivisas = criminalidad.
El fondo del trasfondo, pues, parece ser uno inconfesado: esto de las criptodivisas puede ser el atrapatarugos que mi escaso cerebrito sospecha, pero trae un terrible pecado original: escapa al control del sistema financiero global centralbanquista. Y eso es imperdonable. Asesinar, destripar, decapitar, crucificar, mutilar, arrasar, despojar, desplazar por millones, todo eso está bien; lo que no se vale, lo que ya es demasiado, es salirse del control central.