EL ENTIERRO HUMANO MÁS ANTIGUO EN ÁFRICA: HALLAZGO QUE RECONSTRUYE EL PASADO

“Los entierros fueron muy infrecuentes hasta hace unos miles de años”.

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Columnas
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Las prácticas mortuorias humanas en entornos geográficos y cronológicos son para paleontólogos y arqueólogos una de las claves para ayudar a reconstruir el pasado al iluminar detalles sobre cognición, rutas de migración humana, reemplazos de población, dieta, salud, actividades ocupacionales, estratos sociales, sistemas de creencias y otros aspectos del comportamiento social de nuestros antepasados.

Así, paleontólogos y arqueólogos documentan un amplio abanico de formas de interaccionar gracias a restos de los que han fallecido, pero no todas ellas denotan igual grado de simbolismo o intención.

De hecho, algunos de estos comportamientos tienen una finalidad más funcional, como apartar los cadáveres para no atraer a depredadores, desarticular el cuerpo para facilitar su transporte o aprovecharlo nutricionalmente, lo que también se conoce como canibalismo gastronómico.

Conductas

No obstante, existen otras conductas que se apartan de la utilidad o funcionalidad del entierro. Algunos de estos presentan detalles o gestos que involucran más recursos y tiempo de los que serían necesarios para simplemente disponer de un cuerpo inerte. La utilización de forma repetida de un lugar, una cavidad natural, por ejemplo, de difícil acceso, protegida, para depositar a los que fallecen, como es el caso del yacimiento de la Sima de los Huesos, en Atapuerca, España, trasluce una dedicación y un esfuerzo que escapan a lo meramente práctico.

A partir de ahí en la evolución de los homínidos se despliega una variedad de actos que revelan una implicación cada vez más intensa hacia el muerto. Con los entierros la comunidad asume el esfuerzo de planificar, de excavar o crear deliberadamente un lugar para depositar el cuerpo en una posición y forma específica y premeditada, a veces acompañado de objetos u ornamentos y, después, sellarlo para protegerlo.

Mtoto, el niño dormido

Excavaciones realizadas en las cuevas de Panga ya Saidi, Kenia, por el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana de Alemania y los Museos Nacionales de Kenia permitió descubrir el entierro humano más antiguo que se conoce en toda África.

Se trata de un niño que vivió apenas tres años, sepultado con delicadeza en una cavidad deliberadamente hecha para ello, envuelto en un sudario, en posición encogida, sobre su costado derecho y con una especie de almohada bajo la cabeza.

Estos restos humanos aparecieron en 2017 dentro de un bloque de sedimento, pero dada su extrema fragilidad los trabajos de restauración se iniciaron hasta 2018 en los laboratorios del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, España. Ahí se revelaron poco a poco los huesos hasta llegar al descubrimiento definitivo.

María Martinón, directora del CENIEH, señala que mediante el análisis de los fósiles y la tierra circundante se realizó la reconstrucción forense de lo sucedido. Indica que hace 78 mil años alguien colocó el cadáver de un niño recostado sobre su lado derecho y lo enterró. Además, la extrema delicadeza y ternura con la que se le trató muestra que el niño significaba algo para su grupo.

“Está arropado como lo habrían arropado en el lecho al ponerlo a dormir”, detalla. Los investigadores bautizaron al crío Mtoto, una palabra que significa “niño” en suajili.

Alcance

Hasta ahora los dos entierros más antiguos de África eran los restos de un niño de hace unos 69 mil años hallados dentro de un agujero en Taramsa, Egipto, y los huesos de otro niño de hace unos 74 mil años encontrados en 1941 en Border Cave, Sudáfrica.

El equipo de Martinón cree que estas dos sepulturas, junto a la nueva de Mtoto, sugieren que los Homo sapiens ya preservaban los cadáveres de sus niños en esa época.

Paul Pettitt, arqueólogo británico, cree que las sofisticadas técnicas empleadas con los restos de Mtoto sí muestran de manera “inequívoca” que se trató de un enterramiento deliberado. “El entierro no era la forma estándar de tratar a los muertos, así que surge la pregunta de qué extrañas circunstancias hacían que se eligiera para algunos individuos”, reflexiona el investigador.

Pettitt sostiene que los entierros fueron muy infrecuentes hasta hace unos miles de años y probablemente solo se utilizaron tras muertes excepcionales. “Quizá Mtoto era un niño especial por alguna razón”, finaliza.

María Martinón se llevó los restos del crío de vuelta a Kenia el 22 de mayo de 2019. Lo que queda de sus huesos se custodia en la cámara de los fósiles de los Museos Nacionales de Kenia, en Nairobi, junto a los restos del primer Homo habilis y del esqueleto del llamado chico de Turkana, un Homo erectus de un millón 600 mil años. “Allí lo dejamos, con los más grandes”, celebra Martinón.

RECUADRO

Cueva de Panga ya Saidi

Es el primer sitio identificado en África oriental con ocupación durante la Edad de Piedra Media, con pulsos constantes de actividad humana durante los últimos 100 mil años. Panga ya Saidi es un enorme complejo de cuevas kársticas, excavado por primera vez en 2010 como parte del Proyecto Sealinks, con temporadas de campo posteriores en 2011, 2013 y 2017.

La cueva está encaramada en un acantilado que bordea el bosque tropical de tierras bajas y la sabana, aproximadamente a diez kilómetros de la costa. Los análisis paleoecológicos y de fauna en Panga ya Saidi sugieren que esta región se ha mantenido estable a lo largo de la historia de la habitación en la cueva y que el sitio siempre estuvo al alcance del Océano Índico. La gente de Panga ya Saidi habría disfrutado de acceso a un entorno de mosaico con diversos recursos terrestres y marinos.

Cuatro temporadas de excavaciones en la zona arrojan importantes descubrimientos para la comprensión de la evolución humana, pero quedan muchas preguntas. La excavación se ha centrado en un área parcialmente cubierta dentro de la cueva, pero se desconoce la relación entre las ocupaciones en varias partes del sitio.

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