El pasado lunes 20, en el Patio Central de Palacio Nacional, fue presentado por el presidente de la República el Plan Nacional de Desarrollo (PND), trabajo que argumenta y sistematiza tanto las propuestas de la ciudadanía como las tesis centrales del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Cabe destacar la asistencia al evento de la casi totalidad de los gobernadores, distintas personalidades, representantes de instituciones y sectores de la sociedad: sin duda, en cuanto al protocolo, se trató de un evento que, a casi seis meses de iniciada la actual administración, nos refiere de esa atmósfera de articulación que es el Pacto por México.
Desde luego, y en consonancia con el discurso del 1 de diciembre pasado, el presidente se refirió a los cinco ejes temáticos, comenzando por el de México en paz: en la edición impresa para la ocasión, así como la que apareció en el Diario Oficial de la Federación ese mismo día, la búsqueda para la recuperación del ambiente concordia y el respeto al Estado de Derecho ocupan el lugar inicial de la exposición.
Contexto
En un ambiente previo, destacan los acontecimientos de conflicto y crispación que se han vivido en estados como Oaxaca, Guerrero y Michoacán, con la recurrencia de factores negativos para fomentar la convivencia se han dado cita las expresiones menos promisorias para crear un futuro basado en la confianza en las instituciones y en las renovadas prácticas ciudadanas.
Otro factor a considerar en torno del ambiente previo a la presentación del PND es la formalización en el inicio de los procesos electorales en 14 entidades, mismo que concluirá el 7 de julio. Conflictos al interior de los partidos políticos, desafecciones, renuncias, protestas contra los organismos electorales, entre otras, han sido evidencia de una serie de faltantes, no del marco jurídico, sino de las prácticas políticas de los actores partidistas que muy lejos están de ser un referente de congruencia y ejemplo ciudadano.
No obstante, ante ese panorama, es claro que contamos con un entramado institucional consistente (claro, siempre mejorable) que permite contar con una base de confianza respecto de que los resultados de las elecciones, en general, serán aceptados. Que habrá disensiones, pasa en México, en Estados Unidos o en Venezuela. Es parte de la naturaleza de los procesos electorales.
Por eso resultó importante e interesante que el presidente Peña Nieto dijera en su discurso del lunes pasado en el Palacio Nacional que si bien hay diversidad en las expresiones partidistas, es momento de trabajar en un solo sentido: para darle mejores condiciones de desarrollo al país.
Aunque en sí mismo el Plan Nacional de Desarrollo no es sujeto de sanciones en cuanto al no cumplimiento de las metas establecidas, la novedad es que en esta ocasión se ha propuesto un procedimiento de medición para ponderar los avances o estancamientos hacia los objetivos. Esa será una tarea importante a cumplir, para reconocer la forma en que la coordinación entre gobierno y sociedad se va realizando. Nada mal.
Sobre todo en un contexto donde el activismo de algunas organizaciones, sumado a la situación criminal, han conducido a situaciones de crispación. La medición, por ejemplo, en esos lugares respecto de los avances en la política social, sí que será un reto, no para la propia medición, sino para la posibilidad de aplicar los programas y políticas del gobierno de la República.