La inmigración ilegal como desestabilización

La inmigración ilegal como desestabilización
Foto: NTX
Javier Oliva Posada
Columnas
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Desde hace algunos meses, y como he apuntado desde este espacio, la Unión Europea y la Organización del Tratado Atlántico Norte han debido hacer frente a un creciente e inmanejable problema: el flujo de miles de personas que buscan salvar la vida y encontrar un ambiente propicio y seguro para desarrollarse.

Hasta el momento no hay visos de un acuerdo consistente entre los países socios de ambas organizaciones. Lo que sí hay, en cambio, es el surgimiento de propuestas y opciones muy cercanas al racismo y a la xenofobia.

Y no me refiero solamente a los partidos políticos de derecha y conservadores, muchos de los cuales basan su plataforma electoral en la criminalización de los inmigrantes ilegales, sino que también algunas áreas de gobiernos como el francés y el inglés dejan ver en declaraciones de funcionarios de primer nivel que la primera respuesta al problema es la contención forzada de los inmigrantes. Y que su detención por parte de corporaciones policiacas, si no es suficiente, debe ser apoyada por el despliegue de las Fuerzas Armadas.

Esa mentalidad fue la misma que llevó a las largas y muy crueles guerras de invasión y colonización de los siglos XVI al XIX.

Pero para las dinámicas mundiales la inmigración no se contiene en el dramatismo y elevada mortandad en el Mar Mediterráneo: ahora mismo en El Salvador se ha anunciado un insólito acuerdo entre las organizaciones de pandilleros conocidas como maras, las que mediante un pacto tratarán de desafiar al gobierno del presidente Salvador Sánchez y lograr beneficios en la aplicación de leyes penales.

Los analistas señalan que este hecho puede potenciar la capacidad organizativa de las pandillas e influir para que los flujos migratorios sean más intensos y frecuentes en su paso desde Honduras, Guatemala, El Salvador y México para llegar a Estados Unidos.

Efectos

Para nuestro país la vulnerabilidad de la frontera sur es de tal magnitud, que el ahora ex comisionado para esa parte del país, Humberto Mayans Canabal, en una entrevista reciente no dudó en alertar sobre la posibilidad de que México pudiera dividirse en dos, dada la precariedad institucional y social que padecen sobre todo los estados de la República con importante presencia de población indígena.

De esa manera, asociada al mismo problema de la migración ilegal, tenemos en nuestro país la actividad de pandillas organizadas que tratan entre otras actividades lucrativas criminales de controlar el paso de personas desde Centroamérica por territorio mexicano.

Queda claro que de no atenderse de forma integral y de manera multilateral la agudización de los conflictos en Centroamérica y sus negativos efectos en el espacio geopolítico de nuestro país, seguiremos perdiendo espacios de influencia para proyectar y reforzar los intereses nacionales.

La influencia en la diversidad en los escenarios y flujos migratorios ilegales en Europa, Asia y África, a pesar de la situación insular del continente americano, no debe conducirnos a suponer que los efectos de dicha problemática nos son ajenos. Creerlo será un grave y muy costoso error. Para México las opciones son pocas, el dinero escaso y el tiempo, sobre todo, se han terminado.

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