La seguridad nuclear internacional

En la cuarta Reunión de Seguridad Internacional Nuclear, en Washington, se acordó evitar la adquisición de materiales nucleares por parte de terroristas.

Cumbre nuclear
Foto: NTX
Columnas
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A los pocos días de los graves atentados en Bruselas del 22 de marzo, a los actos criminales se suman la trágica y muy violenta secuela en Pakistán el pasado día 28 con 78 muertos y 375 heridos —23 de ellos en estado crítico—, así como el ataque suicida que en Estambul dejó doce muertos y 17 heridos: muy lejos estamos del control o contención de la actividad sincronizada y asesina del terrorismo.

Pero también hay que destacar que en el entorno de las investigaciones en Bruselas se descubrió el intento de los mismos terroristas por atacar la central nuclear Tihange, al este de la ciudad: un registro policial previo a los hechos del aeropuerto y de la estación del Metro deshizo los planes. Y las medidas preventivas, una vez conocida la información por las agencias europeas e internacionales de seguridad en la materia, se han elevado.

Lo cierto es que el intento planeado, decidido y por ejecutar para dañar el funcionamiento de una central nuclear eleva las alertas sobre la determinación de estos grupos extremistas violentos para matar a la mayor cantidad de población posible y destruir la mayor cantidad de infraestructura.

Hasta el momento no se había conocido que las centrales nucleares fueran objetivos de actos terroristas.

Trascendencia

En medio de este contexto se da la cuarta Reunión de Seguridad Internacional Nuclear. Las anteriores se realizaron en Washington, 2010; Seúl, 2012; La Haya, 2014, y ahora de nuevo en la capital de Estados Unidos. El presidente Enrique Peña Nieto asistió al encuentro los días 30 de marzo y 1 de abril.

Thomas Countryman, secretario adjunto de Estado del gobierno del presidente Barack Obama, señaló que uno de los principales objetivos de la cumbre fue “la cuestión específica de prevenir uno de los escenarios más aterradores: la adquisición de materiales nucleares por parte de terroristas con el fin de fabricar un dispositivo atómico improvisado”.

La diversificación de las agendas de seguridad internacional, regional y nacional, seguirá siendo uno de los rasgos distintivos de estos años y me temo que por muchos más.

México, como lo he señalado en otras oportunidades, por sus características geopolíticas representa un espacio-nación clave y crítico en la arquitectura multidimensional de la seguridad. Sus contribuciones y disposición a cooperar demandan de este y el siguiente gobierno un conocimiento preciso a profundidad de las causas que articulan los antagonismos a las sociedades, Estados y gobiernos. Entre ellos, de forma por demás destacada, el terrorismo y el crimen organizado (en cualquiera de sus variantes).

Por eso nada más alejado de la realidad que suponer que las distancias entre las instalaciones estratégicas de México y los centros de actividad en las principales ciudades del país respecto de los escenarios críticos mundiales representa una situación de seguridad.

Con asistencia de los poco más 50 países invitados —si bien no siempre representados por los jefes de Estado o de Gobierno pero sí por funcionarios de primer nivel, como en los casos de España, Rusia o Brasil—, la realización del encuentro de seguridad internacional nuclear en Estados Unidos, en el contexto arriba descrito, da cuenta de la trascendencia que tiene el mismo, puesto que además de la adquisición de los recursos tecnológicos para fabricar artefactos de destrucción nuclear, lo que también se pretende es que se adopten las medidas necesarias para garantizar la seguridad y funcionamiento adecuado de instalaciones y centrales nucleares, sean de uso civil o militar.

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