LA DEMOCRACIA ENTRE LO ELECTORAL Y LOS INTERESES DEL ESTADO

“Efectos en los soportes del pacto político”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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La democracia como procedimiento para seleccionar mediante el voto ciudadano a los gobernantes es un ejercicio que va de lo impredecible en los resultados (encuestas aparte) a la yuxtaposición de lo que son los planteamientos de las campañas electorales, la propaganda, el programa de gobierno y los intereses del Estado.

Tenemos un ejemplo muy ilustrativo en este sentido: en la semana que concluye Elizabeth Truss fue electa (diríase, designada) como primera ministra del Reino Unido. Fue seleccionada por sus pares del Parlamento, pertenecientes al gobernante Partido Conservador. Así, con unos cientos de sufragios, representará a un total de 67 millones de habitantes.

De inmediato los analistas y la oposición señalaron que lo pertinente y moral sería llamar a elecciones generales anticipadas, dada la notable inestabilidad de los últimos cinco primeros ministros, quienes en ningún caso han concluido el periodo estipulado de cinco años. Desde luego que dicha exigencia no ha sido considerada ni menos aún referida por la nueva líder, ni por su partido, ni por sus compañeros de bancada en el Parlamento.

Así que en unas cuantas horas la democracia liberal, por cierto una de las bases del sistema político británico, fue desplazada por las necesidades de procesar un ya prolongado periodo de inestabilidad política, económica y social acicateada por el Brexit y sus consecuencias.

Ajustes

Mientras tanto, países como Brasil, en plena campaña por las elecciones generales de primera vuelta para el 2 de octubre, observa también la enorme posibilidad de que el opositor y expresidente Luis Inazio Lula da Silva gane los comicios y con ello dé un giro sustancial a las medidas económicas, políticas y sociales aplicadas por el actual mandatario (en búsqueda de la reelección), Jair Bolsonaro.

Entre otras cosas, Da Silva se ha comprometido a revertir el programa fiscal para volver a hacerlo progresivo y gravar más al capital y a las ganancias que al salario, como hasta ahora sucede. Eso llevará a un replanteamiento respecto de las bases económicas vigentes, en el caso de un eventual gobierno que encabezaría el candidato del Partido del Trabajo si gana.

En esa misma lógica, pero con sus naturales especificidades, se encuentran la democracia mexicana y las bases del gobierno en turno, así como los efectos que esto puede generar en los soportes del pacto político que da sentido y continuidad al Estado. El resultado del proceso de la Revolución Mexicana, vigente hasta ahora, ha sido una vigorosa política social —cada sexenio con sus prioridades—, así como una importante intervención del Estado en el sistema productivo.

De esa manera, conforme avanza la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador se ha pretendido retornar a algunas de esas bases fundacionales que, a querer o no, han tenido un importante impacto en las dinámicas políticas, incluyendo a la sucesión presidencial.

Esa dinámica, adelantada por el propio mandatario, propicia que las agendas electorales, sobre todo, condicionen tanto el debate parlamentario como el ejercicio mismo de la función pública.

Ahí tenemos el debate del paso de la Guardia Nacional (GN) a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la probable extensión hasta 2028 de la participación de las Fuerzas Armadas en labores de apoyo a la seguridad pública, así como las notables rivalidades y conflictos que esas propuestas generan incluso en el partido oficialista Morena y la alianza (hasta ahora) opositora. Serán días y semanas que, sin exagerar, ajustarán la naturaleza del Estado mexicano.