Como la gran mayoría de las actividades de las sociedades contemporáneas estos sectores clave de las agendas internacional y regionales observan serias afectaciones, pero de ninguna manera alteran sus bases u objetivos, aunque sí se perciben en cambio serias modificaciones en sus procedimientos, es decir, en la forma de actuar para poner en práctica medidas que refuercen los ámbitos de influencia de cada una de las potencias globales, así como de las regionales.
Hay varios ejemplos, incluyendo a México, de cómo antagonismos al Estado, tanto de nuevo tipo como los convencionales, se entremezclan para ejercer una mayor presión sobre los gobiernos, las dinámicas económicas y sociales.
La cuestión principal, sin duda alguna, es cómo garantizar mediante medidas internas de articulación y convivencia la estabilidad y la paz interna de los países, porque hoy es muy difícil —al menos en el plano de las evidencias prácticas— encontrar un antagonismo que carezca de vasos comunicantes en las esferas interna y externa de manera simultánea en un país y Estado determinado.
Unidad
Sea con argumentos respecto de los efectos del cambio climático o bien las migraciones forzadas, además de lo que padecemos a consecuencia de la epidemia a escala mundial, es posible afirmar que el procesamiento de dichas variables de ninguna forma puede ser atendido desde el unilateralismo o la voluntad de una o un gobernante: este es el punto de quiebre respecto de los procedimientos y negociaciones que imperaron durante el siglo XX, donde los grandes liderazgos eran capaces de conducir complejas situaciones para encontrar alguna solución.
Mención aparte merece la serie de actividades corrosivas de las delincuencias organizadas en el mundo, que en varias ocasiones y de manera reiterada logran acosar y acotar a los gobiernos en la búsqueda de lograr sus destructivos objetivos.
Así, en sentido estricto los sectores de defensa, seguridad e inteligencia se han tenido que adaptar con velocidad ante las diversas y variadas exigencias de una realidad desafiante e incierta. Más que un juego de palabras la frase “lo único que es seguro es que no es seguro” refleja con claridad la imposibilidad para adelantar, al menos, opciones en el corto plazo. Por ejemplo: ¿qué será de la educación y del sector educativo después de controlada la epidemia? Aún más: ¿cuándo estará controlada la epidemia? Lo único que sí sabemos es que no lo sabemos.
Los tres sectores aquí citados y abordados de manera sucinta, a lo largo de la historia se han nutrido de elementos de certidumbre, de ambientes conocidos y, por lo tanto, pudieron estar en condiciones de orientar e incluso dirigir y condicionar su marcha, pero hoy, en este siglo XXI, no es dable esa posibilidad.
De ahí el constante aumento en las tareas y responsabilidades de la defensa, seguridad e inteligencia para aportarle a los tomadores de decisiones en México y el mundo la información necesaria para dar el siguiente paso. Veamos casos como España, Estados Unidos, Italia, Alemania y Japón, democracias que deben mucho a dichos sectores ante las complejas dinámicas que las sociedades y las instituciones enfrentan.
Los procesos electorales van y vienen, grupos y élites políticas entran y salen de las estructuras de poder, se cambian los estilos de gobierno... pero lo único permanente y en adaptación son las sociedades, las instituciones y los sectores que velan por las democracias: la defensa, la seguridad y la inteligencia.