LAS EVIDENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO

“Demostraron de forma consistente la gravedad de los efectos del deterioro ambiental”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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En su edición más reciente la Gaceta de la UNAM publicó una entrevista y conferencia impartida de manera virtual con el historiador Peter Burke, quien señaló: “La falta de comprensión ante la ciencia imposibilita tener una postura crítica frente a problemas como el Covid-19 o el cambio climático. Hoy la vida diaria depende del conocimiento técnico”.

Así, en las interesantes conferencias y debates que se dieron en el II Seminario Internacional El cambio climático y la seguridad nacional, que organizó el Colegio de Defensa Nacional, abundaron los datos y referencias científicas a propósito de las evidencias incontrovertibles respecto de la gravedad del deterioro ambiental del planeta provocado por la acción, patrones de consumo y modelos de desarrollo del ser humano con base principalmente en el consumo de combustibles fósiles.

Perú, por ejemplo, en sus glaciares de alta montaña concentra 70% del agua congelada de Sudamérica y de acuerdo a los estudios científicos internacionales en la última década ha perdido 10% de su volumen de manera irreversible.

También se expuso que México se encuentra entre los primeros diez países que más monóxido de carbono (CO2) lanza a la atmósfera per cápita. Es decir, en volumen absoluto, el consumo de petróleo y gas natural en nuestro país implica una desafortunada contribución a que el cambio climático no haya sido —o al menos querido ser— contenido.

Desde Canadá, Estados Unidos y Reino Unido, mediante conferencias en línea, quienes tuvimos la oportunidad de asistir al Seminario Internacional sobre cambio climático y seguridad nacional escuchamos argumentos y observamos gráficas, videos, testimonios y fotografías que demostraron de forma consistente la gravedad de los efectos del deterioro ambiental y las consecuencias sobre los sectores de la población más desfavorecidos y pobres en el mundo.

Y es entonces que en varias de las intervenciones se llegó a la dramática conclusión de que los segmentos más marginados por razones de economía son los que menos consumen y contaminan, mientras que los sectores absolutamente minoritarios de los considerados ricos son los que más contaminan, pero por sus condiciones de vida son los que menos padecen —por el momento— los desajustes de la naturaleza.

Pregunta

Aunque es una obviedad, lo señalado por el historiador Peter Burke, de la Universidad de Cambridge, en la Gaceta de la UNAM (@Gaceta_UNAM), puede hacerse extensivo a la toma de decisiones de cualquier estructura gubernamental en México y el mundo: considerar las aportaciones de las ciencias para estar en mejores condiciones de diseñar, instrumentar y, dado el caso, corregir programas y políticas ante cualquier desafío que plantea el ejercicio de gobierno. Esa argumentación fue una constante en las muy sustanciosas exposiciones ofrecidas por los ponentes en torno de los serios desafíos del cambio climático.

Incluso frente a los graves y aún desconocidos efectos de la pandemia hubo funcionarios en la mismísima Casa Blanca que durante el último tramo del gobierno de Donald Trump, incluyéndolo a él, negaban la necesidad y efectividad de las distintas vacunas para atender la incontrolable ola de fallecimientos y contagios.

Por fortuna hoy no es así. Al menos entre los liderazgos visibles en el mundo y en Latinoamérica hay plena convicción respecto de los escenarios nada promisorios a propósito del agravamiento del cambio climático.

Y la pregunta que para este tipo de problemas siempre emerge es: ¿qué podemos, qué queremos y qué vamos a hacer?