SOBRE LOS EFECTOS DE LA PANDEMIA

“No se trata de un asunto académico o de moda intelectual: es una realidad”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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Desde luego que el agobio y la incertidumbre de estos dos años modifican para siempre tanto las relaciones personales como las dinámicas productivas. Y eso sin referir a la diplomacia, al turismo, pero sobre todo a la docencia y aprendizaje. En síntesis: observamos en estas generaciones un proceso de adaptación que por mucho tiempo no se había visto.

No es una simple y sencilla manera de ver “qué sigue”. Las consecuencias de no estar preparados nos dejarán en condiciones de absoluta desventaja por lo que se refiere a las perspectivas de una sociedad transformada por eventos inéditos.

Las inercias por las que podemos vernos absorbidos darán paso a patologías sociales ante las que no tenemos previsión o prevención. Por ejemplo, el dramático incremento de la violencia machista, visible en los medios convencionales y digitales. Se han tenido que crear o diseñar claves, señas y léxico para evidenciar el riesgo que pasa alguna mujer en su hogar.

También por lo que se refiere a las condiciones didácticas para la docencia y aprendizaje las exigencias de dos prolongados años implican una inevitable adaptación en la que los recursos para la enseñanza cambiaron para siempre. Además, desde luego, de las posibilidades de dar conferencias, recibir lecciones o participar en exámenes de grado desde la comodidad de la sala o el comedor de la casa. Y aún lo que falta.

El ejercicio de la política no está exento. Por supuesto que las opciones para enviar y recibir propuestas, discursos y polémicas se han vuelto mucho más accesibles. Desde el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, pasando por el de Rusia, Vladimir Putin, y hasta el de México, Andrés Manuel López Obrador, hacen llegar sus mensajes al mismo tiempo que los emiten, lo que a su vez los mantiene de forma permanente en el ánimo de las legiones de consumidores de información.

Reto

Los sistemas de salud, por su lado, observan una insólita presión, no se diga por la pandemia sino por la creciente y diversificada demanda de atenciones. El personal médico y paramédico, que merece homenajes indispensables en casi todo el mundo, es evidencia de que las condiciones de un nuevo estilo de vida ya llegaron.

Los efectos duraderos de la epidemia, que por supuesto no concluirán al final de invierno con la gripe estacional, exigirán la rápida preparación de profesionales de la salud para atender las variantes de este y otros virus.

Para México —país, sociedad, economía y sistema político— la pandemia está resultando una auténtica prueba a propósito de las capacidades de adaptación y resiliencia, porque aunada a la situación descrita los índices y actividades de la violencia criminal nos plantea un crudo escenario, de enorme exigencia a las autoridades, así como a la sociedad en su conjunto.

Resulta determinante reconocer las adversidades observadas para estar en condiciones de afrontarlas. Las autoridades sanitarias en nuestro país y en varias partes del mundo cuentan con los recursos tecnológicos necesarios para superar la situación, siempre y cuando se tenga en consideración que la dinámica social cambió. No se trata de un asunto académico o de moda intelectual: es una realidad.

La velocidad en la expansión de los contagios incrementa las exigencias para responder de manera oportuna y precisa. Cada quien tiene una parte que hacer. No hay segmento o sector social ajeno a las posibilidades de superar el reto de la pandemia.