UN RETO IMPOSTERGABLE

Javier Oliva Posada
Columnas
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Con el apoyo de la ONU a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se dieron a conocer los resultados del centro de estudios World Inequality Lab, con integrantes tan destacados como Thomas Piketty, Emmanuel Saéz, Gabriel Zucman y como autor principal Lucas Chancel, que si se me permite la analogía van en consonancia con la gravedad de los datos aportados a propósito del cambio climático por las mismas Naciones Unidas y la COP26 realizada el mes pasado en Glasgow, Escocia.

El título del estudio es Informe sobre la desigualdad global 2022. Las aportaciones analíticas, cifras y comparativos resultan un recurso sustancial para hacerle frente a uno de los principales problemas contemporáneos. El parangón propuesto entre desigualdad y cambio climático de ninguna forma puede considerarse fuera de lugar o forzado. La inexorable relación entre la calidad y condiciones de vida y la conexión con el medio ambiente y la naturaleza es tan estrecha como las condiciones de acceso al agua potable, a la vivienda o a la educación de calidad.

Ya otro muy destacado autor, Amartya Sen, Premio Nobel 1998 y Premio Princesa de Asturias 2021 por sus contribuciones al estudio de la desigualdad, señaló que esa variable tarde o temprano terminará por generar desequilibrios sociales profundos, agravando situaciones como las hambrunas, las migraciones forzadas, así como manifestaciones de violencia. En celebradas obras como Estudios sobre la desigualdad e Idea de justicia (texto dedicado, por cierto, a la memoria de John Rawls) hace un ordenado y profundo repaso, por un lado, de las causas económicas y sociales que propician la agudización de la desigualdad; y, por otro, sostiene que la relación entre esta y la justicia no es compatible.

Esto es, solo puede haber condiciones para la justicia social en tanto haya por lo tanto factores que promuevan la igualdad.

Variables

Regresando al informe, en los resultados por país, como ya se difundió, México es un contraejemplo de las condiciones que perpetúan la desigualdad. Los datos sobre parámetros clásicos como el porcentaje de riqueza, de ingresos y oportunidades de desarrollo social señalan abismales distancias entre los más ricos de nuestro país y la enorme cantidad de pobres y pobres extremos. Los elementos constitutivos que favorecen esa perniciosa situación desde luego tienen que ver con las variables que fomentan la concreción de proyectos familiares, así como el acceso a servicios bancarios, adquisición de enseres domésticos o los beneficios que significa contar con disponibilidad al internet, dispositivos móviles, entre otros.

Un apartado que llama la atención es el que se refiere a las llamadas desigualdades globales, que en un comparativo se ubican similares a los de comienzo del siglo XX, cuando de acuerdo a los autores se cimentaron las bases del capitalismo industrial. En otras palabras, los pretendidos avances en la calidad de vida entre aquella época y la nuestra no hay forma de argumentarlos o demostrarlos. Es decir, la esperanza de vida, el nivel de ingresos y la capacidad de gastos no solo no mejoraron sino que se han mantenido y por lo tanto retrocedido.

Sin duda que se trata de un reto compartido entre las naciones y las organizaciones multilaterales, pero lo es también para países como el nuestro que por generaciones han ido acumulando condiciones que fomentan la concentración de la riqueza y la falta de oportunidades para la enorme mayoría.