La serie de análisis y comentarios sobre la visita del presidente de Estados Unidos a nuestro país no debe alejarnos de una visión más amplia y de contexto, sobre todo en la continuidad de su gira por Costa Rica.
Me refiero a los discursos pronunciados en una serie de eventos que se registraron en la región de manera simultánea a la gira de Obama como, por ejemplo, el anuncio oficial desde Caracas, el pasado domingo 4, sobre la formal incorporación de Guatemala y Honduras al programa Petrocaribe Venezuela.
El fin de la Guerra Fría, el surgimiento de nuevas potencias geopolíticas —Brasil, entre ellas, como se constata en la rivalidad entre los candidatos de ese país y de México para dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC)—, así como la emergencia de otros antagonismos al Estado moderno —terrorismo, crimen organizado, cambio climático y migraciones forzadas, entre otros— son factores que han dejado sentir su incidencia en la lógica renovada de las relaciones internacionales.
En este contexto es que debe verse la posibilidad de la diplomacia como un recurso efectivo para hacer valer los intereses de las naciones en los siguientes años.
Así, una visita del presidente Barack Obama implica un mensaje tanto hacia su país como a la comunidad internacional.
Por ejemplo, haber llegado a las reuniones de trabajo sin ninguno de los integrantes de su gabinete denota, sin duda, el manejo de la presión simbólica sobre el gobierno mexicano para establecer una lógica de subordinación.
De allí que la no asistencia del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, entre otros altos funcionarios mexicanos, al evento en el Museo Nacional de Antropología parece del todo consecuente.
Inmediatez
Pero también hay que analizar lo dicho por el presidente Enrique Peña Nieto en cuanto a la diversidad de la agenda binacional, donde hay una serie de aspectos que deben considerarse como clave hacia el futuro: educación, comercio, tecnología, transportes, entre otros, apuntan a lo que en verdad es la agenda estructural entre nuestro país y la potencia preponderante de nuestros tiempos.
Sin duda que la gravedad en la disfunción de la seguridad pública en varias partes de la República significa el reto principal del nuevo gobierno y, al mismo tiempo, al ser una dolorosa coyuntura, debe ser tratada como eso: una inmediatez.
La conjunción de otras variables, como el crecimiento de la migración o la precariedad de los niveles de vida en varias naciones latinoamericanas, conduce a que Estados Unidos, sea cual fuere el partido gobernante, tenga que considerar a Latinoamérica como un factor determinante en su política interior.
Allí observamos la relevancia de la reforma migratoria en discusión en el Congreso de ese país: se calcula que 80% de poco más de once millones de indocumentados que serían beneficiados de ese programa, pueden ser nuestros paisanos (según datos del Pew Center).
Retomando la dinámica continental, lo expresado por el presidente Obama en San José de Costa Rica respecto de la violencia, la inseguridad y el crimen organizado, implica que para las dinámicas de la región ese seguirá siendo un tema crucial, tal como lo expresaron los mandatarios en sus intervenciones en el evento. Es decir, que aun cuando no haya sido tema principal en México, sí lo es en cuanto a la lógica de las prioridades en la agenda de seguridad nacional estadunidense.
De esta manera, el diseño de las políticas sectoriales en nuestro país debe valorar el peso concedido a la inseguridad pública en el continente americano. El proceso electoral presidencial en Estados Unidos, como se ve, ya comenzó.