EL TRÓPICO DE TRUMP

“Elegir a uno sobre otro tiene consecuencias trascendentales”.

Juan Pablo Delgado
Columnas
TRUMP

Brasil está al borde del abismo. La elección presidencial a inicios de octubre demostró nuevamente lo inexactas que pueden ser las encuestas y las opiniones de los dizque expertos. El expresidente Lula da Silva no arrasó; el actual mandatario Jair Bolsonaro se refuerza para ganar la segunda vuelta; y lo que ocurra a finales de este mes determinará no solo el futuro de la mayor democracia en América Latina (y la cuarta a nivel global), sino del planeta entero.

La tragedia más inmediata es que —como suele suceder en numerosos procesos electorales— la sociedad brasileña se enfrenta a una disyuntiva entre dos candidatos corruptos, polarizantes y controversiales. Como solemos decir en México: tienen que elegir al menos pior.

Pero así como hasta en los perros hay razas y hasta la basura se separa, debemos entender que las diferencias entre Lula y Bolsonaro no son menores y que elegir a uno sobre otro tiene consecuencias trascendentales. Veamos.

Lula dirigió Brasil en una época de bonanza debido a los altos precios del petróleo y de las materias primas. Con el viento a favor, su presidencia vio una reducción notable de la pobreza y un alza en los indicadores sociales y económicos. ¿Sus errores? Amiguismo y corrupción. Lula fue señalado en la masiva operación anticorrupción Lava Jato, de nexos inconfesables entre Petrobras (la paraestatal petrolera), diversas empresas constructoras y su persona. Al final fue condenado a doce años de prisión, una sentencia que se derogó al poco tiempo por fallas en el debido proceso.

Devastación

Pero Bolsonaro es de otra estirpe y de otro calibre. Este señor no únicamente es un misógino y un nostálgico por la cruenta dictadura militar de Brasil, sino que parece dispuesto a hundir a la democracia brasileña en aras de mantenerse en el poder.

Las señales existen desde hace tiempo. En 2018, antes de ganar su primera elección, comentó que no aceptaría “un resultado electoral que no sea mi propia victoria”. Tres años después, en plena campaña por su reelección, indicó que “existen aquellos que piensan que pueden quitarme la presidencia (...) A ellos les digo que solo tengo tres destinos: arresto, muerte o victoria. Y díganle a esos bastardos que nunca seré arrestado (...) Solo Dios puede quitarme de la presidencia”.

Pero esto no es lo peor. Porque aun dejando a la democracia de lado, Bolsonaro representa un peligro para la supervivencia del planeta. Desde que asumió el poder el ritmo de deforestación en el Amazonas ha incrementado en 60%, de acuerdo con el analista Jams Bosworth. Sumado a esto, mantiene una relación cercana con el gigantesco sector ganadero y minero, a quienes da carta blanca para deforestar, quemar y destruir enormes zonas de reserva natural. Y aunado a lo anterior, Bolsonaro ha eliminado gran parte del presupuesto de las agencias enfocadas en la protección del ecosistema, hostigando a los activistas ambientales e incluso minimizando cuando alguno de ellos es asesinado.

El daño al Amazonas no será fácil de revertir, incluso si la mismísima Greta Thunberg fuera la presidenta de Brasil. Numerosos expertos advierten ya que estamos muy cerca de un “punto de no retorno”, momento en el cual la devastación será tan profunda que la selva pierde la capacidad de recuperarse. Pero una reelección de Bolsonaro sería el último clavo en ese ataúd, llevando al mundo a una verdadera catástrofe ecológica.

La elección en Brasil me recuerda a la que vivió Estados Unidos en 2016, cuando dos candidatos defectuosos eran considerados similares. Lula (como Hillary Clinton) quizá traiga consigo amiguismo y corrupción a su presidencia; pero Bolsonaro (al igual que Donald Trump) representa un verdadero peligro para su democracia, para su sociedad y para la civilización humana.

De Trump logramos librarnos en 2020. Esperemos que Brasil haga lo propio con Bolsonaro a finales de este mes. De lo contrario, ¡que Dios nos agarre confesados!