LA “NUEVA NORMALIDAD” VS. LA “NORMALIDAD ANORMAL”

Las condiciones en las que se han quedado tantas personas sin subsistencia se antojan de peligro social.

Katia D'Artigues
Columnas
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El miércoles se anunciaron los planes del país para transitar hacia “la nueva normalidad” tras la pandemia. Ya sé que de alguna manera hay que llamar al regreso de actividades y que se usa en todo el mundo pero, no me lo tomen a mal, ¿qué diablos es una “nueva normalidad”?

Más allá de una reflexión sobre el sistema de semáforos que se comenzará a implementar a inicios de junio municipio por municipio u otra reflexión filosófica/histórica (muchos ven en este suceso global el verdadero inicio del milenio o el siglo XXI, así como empezó el siglo XX hasta 1945 tras la Segunda Guerra Mundial) es importante hacer notar que antes de la pandemia había muchas cosas en este país que eran normalidades anormales.

Y ojo: aquí por “normalidad” solo me refiero a un promedio estadístico. A una costumbre o práctica social, en todo caso. La palabra “normal” no entra en mi vocabulario con referencia a personas.

Nueva normalidad muy dolorosa

Tras el cierre de actividades el 23 de marzo este país regresará a esa “nueva normalidad” con realidades dolorosas.

Según nos acaba de decir esta misma semana el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) esta “nueva normalidad” tendrá diez millones más de personas en situación de pobreza.

Se trata de un retroceso en unos 20 años de lucha contra la pobreza que no hay manera —bueno, eso espero— de achacarle a los “conservadores” y enemigos de la 4T.

Con cifras de desempleo que rondan de manera oficial las 600 mil personas (empleados con seguridad social y prestaciones) o entre dos y ocho millones, según a quién le pregunten, las condiciones en las que se han quedado tantas personas sin subsistencia se antojan de peligro social si es que no se toman medidas serias con políticas públicas. Idea de solución: el ingreso mínimo vital que propone un grupo de diputados, pero que solo se aprobará (como casi todo en este país) si así lo decide el presidente.

Este tiempo encerrados, que en las grandes ciudades terminará más tarde y más aún para grupos en situación de vulnerabilidad, nos ha dado lecciones.

Al menos eso espero.

Creo que nos ha escupido en la cara la desigualdad de oportunidades para las personas en el país.

No, no todos fuimos iguales en esta cuarentena que aún no termina (eh, ¿estados en verde?).

Hubo quien decidió en qué casa pasar mejor ese tiempo; los que se dedicaron a hacer macramé (por decir algo) y aprender otro idioma.

Hubimos quienes hicimos malabarismos entre intentar ser medio profesor/ teletrabajar/ cocinar/ hacer tareas domésticas, pero la pasamos bien.

El mayor grupo la pasó muy mal por estar en situaciones de hacinación, sujetos a violencia diaria, con pobreza, incertidumbre y en muchos casos falta de trabajo.

Hay cientos de miles de personas o millones en duelo en el país hoy por los casi cuatro mil muertos, pero también por todo lo demás que han perdido. Creció la desesperanza y luego vendrá una ola epidémica de temas de salud mental, ojo.

Reflexiones de la pasada normalidad anormal

Ahora iremos a la “nueva normalidad”, pero hay cosas que antes de la normalidad prepandémica ya eran normalmente anormales.

Por ejemplo, normalmente anormal es que mucha gente crea en las fake news: hay que hacer algo serio al respecto.

Vivimos un pico de audiencia en los medios tradicionales que reconforta, pero no el retorno de los anunciantes, que garantiza su viabilidad.

Creo que sería hasta ingenuo decir que “la nueva normalidad” traerá un México más unido, menos polarizado e ideologizado donde muchas veces se toma como creíble la información dada más en función de quién-lo-dice-y-con-quién-se-le-identifica que del contenido dado y corroborado (o no). Pero bueno, como deseo.