“LA LIBERTAD TIENE SUS PROPIOS LÍMITES”

Deberíamos tener la libertad de solicitar morir tranquilamente.

Hector González
Columnas
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Un atentado marcó la vida del politólogo colombiano Javier Duque Daza: en 2011, mientras estaba en una peluquería, dos sicarios llegaron para balear a un individuo. El académico, sentado a un costado, no salió ileso porque las balas lo condenaron a un año de terribles dolores, analgésicos y a vivir en silla de ruedas.

Producto de su experiencia el estudioso comenzó a reflexionar sobre el derecho a la eutanasia y su injerencia en el pensamiento liberal. Y a raíz de sus cavilaciones y estudios escribió el ensayo Morir por elección. Eutanasia, libertad y límites del Estado en la regulación de la vida y la muerte, trabajo con el cual ganó el primer lugar del Concurso de Ensayo Caminos de la Libertad 2020.

—Ganó el concurso con un ensayo sobre la eutanasia. ¿Por qué reflexionar acerca de la libertad a partir de este tema?

—El ensayo es producto de dos circunstancias. Primero, desde mi época de estudiante la libertad siempre me ha interesado. Segundo, hace años fui objeto de un atentado. Me dispararon y eso tuvo secuelas muy fuertes en mi vida. A partir de entonces pensé en la eutanasia y en la libertad de las personas para decidir sobre su vida y muerte. Abrevando de las fuentes del pensamiento liberal me propuse contrastarlas con otros modos de entender al individuo y la sociedad.

—¿Al padecer el atentado pensó en la muerte asistida?

—Sí, pedí que me aplicaran la eutanasia. Estuve un año hospitalizado, en malas condiciones. Después he regresado al hospital en cinco ocasiones más. La neuropatía es un dolor generado en el sistema nervioso, lo he podido controlar con medicamentos fuertes pero aun así hay periodos terribles. Eso me motivó a plantearme interrogantes sobre la libertad para morir. Cuando una persona está ante una situación irremediable y que la medicina no puede subsanar deberíamos tener la libertad de solicitar morir tranquilamente. Sin embargo, esta posibilidad no existe ni en 5% de los países.

—Así como debemos tener la libertad para vivir como queramos, ¿necesitamos la libertad para morir?

—Sin duda. Además no tiene sentido que a quien ayuda a uno morir se le acuse de homicidio. Durante la premiación del concurso Sergio Sarmiento contó el caso de una persona en Reino Unido. Intentó degollarse pero al final los doctores pudieron curarlo. No obstante, una vez que le salvaron la vida, el propio Estado lo condenó por intentar matarse. ¿A qué hora el Estado se atribuye las decisiones de los individuos y suplanta la libertad de elección? Yo quería reflexionar sobre esa idea y confrontar cuatro principios liberales frente a sus adversarios: autonomía versus heteronomía; la libertad frente a la sujeción; el pluralismo moral respecto del unanimismo moral; y el Estado neutral ante el Estado paternalista.

Añade Duque que “escribo sobre esos contrastes como dicotomías y reconstruyo el debate de cada uno de ellos reivindicando el pensamiento liberal. Al final todo confluye en una concepción permisiva de la libertad para morir”.

—¿Cómo convive esa libertad con la institución, tanto de Estado como religiosa?

—Sin duda hay un gran contraste con cualquier concepción religiosa. La Iglesia no concibe a un ser autónomo sino dependiente de una deidad y una fuerza superior, un Dios dueño de su vida. En esa lógica el ser humano no es libre porque su vida ha sido entregada por una divinidad y por tanto no le pertenece. De ahí que morirá cuando Dios lo determine. Todas las religiones son dogmáticas por principio y conciben sus creencias como las únicas con validez. No admiten otras opciones. Por eso cada una tiene su libro sagrado y sus principios. En este sentido los Estados más autoritarios recurren a una suerte de teocracia o al ejercicio de la fuerza contra el individuo. Le imponen barreras, sanciones y lo criminalizan. Por supuesto mi ensayo cuestiona ambas instituciones.

El derecho a morir

¿Por qué la eutanasia es de los temas tabú en Occidente? El libre mercado o la libertad de expresión se entienden como indispensables, pero no así el derecho a decidir el momento de la muerte…

—Incluso pensadores liberales como Kant se opusieron a la eutanasia, no necesariamente con argumentos religiosos sino a partir de la santidad de la vida. Defender la vida se coloca como un imperativo y ante ello quitársela es injustificable, por eso sostienen la idea de paliativos ante situaciones extremas. Uno de los principios más antiguos relacionado al tratamiento del cuerpo es el juramento hipocrático. Los médicos se sienten comprometidos a defender la vida ante cualquier escenario. Son muy pocos los doctores que consideran que la eutanasia no es una violación del juramento hipocrático. Sin duda el liberalismo ha penetrado en muchos ámbitos de la vida, pero la muerte sigue siendo un gran elemento de tensión por la ritualidad y el dolor que genera.

—¿Permitir la eutanasia equivale a legitimar el suicidio?

—Sí, yo defiendo el suicidio, con la diferencia de que la eutanasia debe cumplir los requisitos de ser asistida para evitar consecuencias posteriores. Además, la persona debe ser competente mentalmente y de preferencia un adulto en pleno ejercicio de sus facultades mentales. A una persona no se le puede aplicar la eutanasia en medio de una crisis nerviosa, porque es una situación coyuntural. Sucede lo mismo con alguien mentalmente afectado por el dolor. En el hospital me amarraban para que no me hiciera daño, debido a que la afectación de fármacos como la morfina genera una situación excepcional. Mientras uno sea competente mentalmente y no genere sufrimiento debe permitirse este tipo de eutanasia; se le llama activa y consciente. Existe otro tipo, la pasiva, que implica al paciente en coma. Ahí el debate es diferente porque salvo una decisión previa no hay forma de saber lo que hubiese preferido el individuo. Estas situaciones se prestan para disputas económicas, como son las herencias. No se trata de defender la eutanasia en todo momento sino de ubicar cada caso.

—Al final es una cuestión de responsabilidad, como la misma libertad.

—Por supuesto. La libertad implica no afectar a los demás y en el caso de la eutanasia los familiares pueden sufrir. No obstante, la realidad es que con tal de evitar sufrimiento a los demás uno no puede tolerar el propio. Esto no es más que una filantropía mal entendida. Mi vida privada es solo mía y nadie puede meterse en ella salvo que yo se los permita, incluyendo al Estado, familiares o sacerdotes. La libertad tiene sus propios límites.

RECUADRO

Perfil

Javier Duque Daza. Egresado de la Universidad Javeriana en Colombia; doctor en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de la Ciudad de México. Entre sus publicaciones se encuentran La ciencia política en Colombia: la construcción de una comunidad académica; Corrupción, organizaciones criminales y accountability: la apropiación de las regalías petroleras en Los Llanos Orientales; Las urnas contaminadas: elecciones, fraude y manipulación en la democracia colombiana 1990-2015; Presidencialismo de transacción: las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo en Colombia 1990-2002; y Saberes aplicados, comunidades y acción colectiva: una introducción al trabajo comunitario.