“SIEMPRE HE LUCHADO POR SER UN LIBREPENSADOR”

La ética es un ejercicio permanente de libertad.

Arturo Moncada
Columnas
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Considerado uno de los físicos cuánticos más importantes a nivel internacional, José Ignacio Latorre es ampliamente reconocido por sus investigaciones: conferencista, docente, líder de proyectos y autor de diversos libros para entender la ciencia que está transformando el mundo en que vivimos, es un férreo defensor de la condición humana.

En su libro Ética para máquinas hace un llamado urgente a reflexionar sobre cómo programaremos la inteligencia artificial para convivir con ella. El salto que sigue, indica en el texto, tiene que ver con el debilitamiento de lo humano, porque si nos delegamos en máquinas que deciden lo que estamos delegando es la ética, que es la decisión de optar entre dilemas, entre lo que consideramos bien y lo que consideramos mal.

—¿Para usted qué es la libertad?

—Es un concepto difícil de definir porque adopta diferentes significados en función del contexto que queramos analizar. Existen libertades esenciales, como la libertad de movimientos, de escoger pareja, de elegir qué queremos comer. Existen libertades mucho más sutiles, como el derecho al olvido; o la libertad de cómo y cuándo morir. Pero todas ellas avanzan y retroceden dependiendo de los avatares de la política en cada país. Una de las libertades que más aprecio es la de pensar sin ataduras de cualquier tipo. No es sencillo: estamos atrapados en una tupida telaraña de relaciones, sean laborales, económicas o personales, que hace casi imposible tener criterio independiente. Siempre he luchado por ser un librepensador, tan ajeno como me sea posible a los sesgos y los dictámenes de las estructuras sociales prevalentes.

—En su área, la física, ¿existe verdadera libertad para su desarrollo?

—La física, y la ciencia en general, es el último bastión de la libertad de pensamiento.

En mi área, la física teórica, un científico se enfrenta al gran problema de comprender la naturaleza. Es una lucha intelectual desprovista de etiquetas políticas y donde el dinero poco cuenta. Nuestros referentes son Newton, Einstein, Schrödinger, Heisenberg, Dirac, Feynman y muchísimos otros. Todos lucharon por entender. Atención: es cierto que también todos tuvieron que vivir en su época y sufrieron el sinsentido de las guerras, de la presión política. Pero cuando se leen los escritos íntimos de cada uno de ellos se descubre que su profundo sentido de la vida se ceñía a comprender las leyes que nos gobiernan, absolutas, inapelables, ajenas a nuestro tiempo.

—¿Qué opina de la libertad en la ciencia para el progreso de las naciones?

—Precisamente Werner Heisenberg, físico teórico alemán y conocido sobre todo por formular el principio de incertidumbre, decía en uno de sus escritos que la ciencia solo florece en las naciones con libertad de pensamiento. Lo escribió mucho después de la guerra y de su ambigua relación con el nazismo, pero fue contundente: sin libertad de investigación, sin la capacidad de refutar y superar a nuestros maestros, no hay ciencia verdadera. De ahí que los científicos siempre han formado un colectivo incómodo para los poderes de turno. La ciencia no se aviene a las imposiciones, no avanza al ritmo que un empresario desee, no se adapta a la moral de una época.

Ética y tecnología

—¿Perdemos libertad por la cuestión tecnológica, digamos, frente a las máquinas?

—En cierto sentido es cierto que la tecnología propicia una pérdida de libertades: estamos más controlados, se sabe qué consumimos, cuándo, por qué, en qué cantidad… Todo usuario de una red social es un producto. La tecnología también nos hace perezosos intelectualmente. No aprendemos a escribir bien porque tenemos correctores; no nos orientamos porque tenemos GPS; no dividimos porque tenemos calculadora. Pero lo peor está por venir. La Inteligencia Artificial avanzada asume las funciones de decisión y, en consecuencia, debilita la capacidad ética de los humanos.

Por otra parte, la tecnología abre el mundo a cada humano en cualquier rincón de la Tierra. También nos libera de tareas tediosas. Requiere educación aprovechar el beneficio de la tecnología. Esa educación, al día de hoy, no se da.

—¿Influye la sociedad en los límites de libertad para la ciencia, como puede ser en su caso?

—La sociedad influye sin duda en los límites de mi libertad como científico. Los gobiernos dictan qué líneas prioritarias deben investigarse. No creo en esa forma de proceder. Es inimaginable un Einstein volcado en llenar solicitudes de formato obtuso, creando hojas de ruta, estableciendo metas y entregables. La burocratización de la ciencia terminará algún día. Tarde o temprano los gobiernos entenderán que la mejor ciencia es la que dispone de máxima libertad y de máximo talento.

—La ética implica un ejercicio permanente de la libertad. La ética nace de una decisión personal que no puede ser impuesta por nadie. Y en esto se diferencia de la ley. ¿Cómo llevar este plano a sus conferencias sobre la Ética para máquinas?

—Defino “ética” como el criterio que lleva a una persona a tomar decisiones. Al extender el criterio a la sociedad que nos engloba prefiero utilizar la palabra “moral”. La ley intenta ser una moral objetiva, desprovista de aspectos religiosos o de comportamientos esperables. En consecuencia la ética es, como bien dices, un ejercicio permanente de libertad. Es el estado último del sentido de la especie humana. De ahí que entes autónomos dotados de Inteligencia Artificial avanzada, capaces de tomar decisiones sobre la vida o muerte de humanos, tienen en su código fuente elementos éticos que no podemos obviar. Pero lo hacemos. No existe una legislación sobre la ética subyacente en la programación de la Inteligencia Artificial que nos rodea y nos inunda como una lenta marea. Avanzamos sin reflexión. Siempre lo hemos hecho. No tengo dudas de que la segunda mitad del siglo XXI será el instante de una reconstrucción ética extensa y profunda de nuestra sociedad.

Cambiaremos nuestra educación, cambiaremos las leyes que deben regir la relación humano-máquina. Es necesario. Es inevitable. Es deseable.

Perfil
Reconocido en el mundo como uno de los principales investigadores en el campo de la física cuántica, José Ignacio Latorre es actualmente catedrático de Física Teórica de la Universitat de Barcelona y Long Term Visiting Professor en el Center for Quantum Technologies de Singapur. Obtuvo un doctorado en Teoría de la cromodinámica cuántica de las partículas elementales y un posdoctorado en el MIT en Estados Unidos y en el Instituto Niels Bohr de Copenhague. Ha incursionado en diversas áreas de investigación de partículas elementales en aplicaciones de Inteligencia Artificial y en la teoría de la información cuántica. Además ha publicado varios libros de divulgación científica, como La nada o el vacío cuántico y Cuántica, tu futuro en juego. Conferencista a nivel internacional, demanda que el debate ético acompañe la evolución de la computación cuántica o la Inteligencia Artificial.