Encrucijada latinoamericana

Encrucijada latinoamericana
Foto: Creative Commons/
Lucy Bravo
Columnas
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América Latina atraviesa por un momento crítico. ¿El detonante? La corrupción: mientras el mundo se estremecía por el escándalo que sacudió a la FIFA, en esta región se gestó poco a poco otro tipo de agitación y ahora miles de latinoamericanos frustrados con la economía estancada y la incompetencia gubernamental toman las calles en rechazo a los altos niveles de corrupción de sus gobiernos.

Las protestas generalizadas revelan lo que podría ser un punto de inflexión para Latinoamérica, con varios gobiernos regionales asediados por grandes escándalos que alcanzan hasta las cúpulas más altas del poder.

En Brasil las primeras señales surgieron con las protestas por los gastos excesivos para la Copa del Mundo 2014. Ahora la presidenta Dilma Rousseff, con índices de aprobación de apenas 8%, se tambalea por el escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, que ha alcanzado hasta al intocable ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a quien se investiga por presunto tráfico de influencias.

En cuanto a Venezuela, revela The Wall Street Journal que autoridades estadunidenses investigan a diversos funcionarios de alto rango por tráfico de enervantes, entre ellos el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Aunado a esto, un informe filtrado de HSBC afirma que el gobierno de Venezuela ha depositado más de doce mil millones de dólares en cuentas bancarias suizas, a pesar de la crisis de escasez que azota al país.

A su vez miles de personas salen a las calles de Honduras desde mayo pasado para pedir la renuncia del presidente Juan Orlando Hernández a raíz de un millonario desfalco en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), que salpica a funcionarios de los últimos tres gobiernos, empresarios, políticos y periodistas por igual.

La reciente crisis política en Guatemala es otro ejemplo de descontento en la región. Los escándalos descubiertos en los sistemas tributarios y de seguridad social suscitaron el reclamo de miles de guatemaltecos que exigen la renuncia del jefe de Estado, Otto Pérez Molina. Incluso la vicepresidenta Roxana Baldetti se vio obligada a renunciar debido a su presunta participación en un fraude aduanero.

En Chile la presidenta Michelle Bachelet renovó todo su gabinete en mayo pasado tras las acusaciones de corrupción contra varias personas cercanas a su gobierno y su hijo renunció a su cargo en la Dirección Sociocultural de la Moneda después de ser señalado por tráfico de influencias.

Madurez

Se estima que la inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe se redujo 16% el año pasado, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Más aún: el Fondo Monetario Internacional pronostica un crecimiento del Producto Interno Bruto en Latinoamérica de tan solo 0.9% para este año, el quinto periodo consecutivo de disminución del crecimiento económico.

En contraparte, el crecimiento de la clase media de América Latina, que sacó a más de 49 millones de personas de la pobreza entre 2000 y 2010, trajo consigo diversos cambios políticos y sociales. Una clase media mejor informada conduce a mayor escrutinio, por lo que la intolerancia a la corrupción se ha convertido en el mayor motor para la transformación.

Más que desalentar el comercio y la inversión, la detonación del descontento popular es una oportunidad para que los gobiernos tomen pasos cada vez más firmes para eliminar la corrupción e implementen mejores prácticas. Ahí radica la clave para combatir el desencanto crónico con la clase política. La movilización social es señal de madurez en las democracias, por lo que frente a la actual encrucijada, los gobernantes deben enarbolar la bandera contra la corrupción, en lugar de huirle.

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