Hace unos días circulaban diversos comentarios y proyecciones sobre el conflicto entre Irán e Israel. Algunas pronosticaban una escalada, otras el inicio de negociaciones y no pocas auguraban que al final no ocurriría nada significativo. Luego, Estados Unidos bombardeó sitios en la región y surgieron nuevos pronósticos sobre la situación en Oriente Medio. Actualmente rige un cese al fuego, aunque su fragilidad es tal, que podría romperse antes de que este texto vea la luz. Lo cierto es que escribir sobre cualquier proceso político, económico o social en la actualidad es esperar que el acontecer le dé la razón o lo haga obsoleto.
La incertidumbre ha ganado tanto terreno, que ya es difícil sorprenderse ante cada noticia de última hora. Esto se debe a que el umbral de posibilidades es tan amplio, que cuando menos se espera uno de esos futuros posibles ya está en marcha.
Existe también un choque de tiempos. Por un lado, cada semana surge una noticia que desata una gran cantidad de reacciones inmediatas, solo para ser desplazada por la siguiente y así sucesivamente. Por otro lado, hay procesos de larga duración cuyo desenlace es incierto, pero que debido a su naturaleza no siempre ocupan un lugar prioritario en la agenda mediática. Cabe señalar que ambos planos temporales pueden entrelazarse.
Percepción
Hace unas semanas, por ejemplo, las protestas en California contra el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) generaron debates y conversaciones. Las redes sociales y los noticieros convirtieron las manifestaciones en el tema del momento. Una semana después el conflicto entre Irán e Israel se intensificó y la atención se desvió de inmediato hacia Oriente Medio, a pesar de que las protestas y las redadas del ICE continuaban.
Ambos sucesos, a su vez, estaban insertados en procesos de mayor alcance: la política migratoria estadunidense y las persistentes tensiones en Oriente Medio. A esto se suma, además, el contexto particular de cada país y el acontecimiento que capta la atención de cada sociedad.
¿Cuál será la próxima gran noticia? Es una pregunta recurrente, ya que siempre parece haber una novedad acaparando los reflectores.
Se han hecho ya diagnósticos que alertan sobre una saturación informativa. Esto tiene múltiples efectos en las personas: configura la percepción sobre el futuro, pues el bombardeo constante de narrativas sobre guerras, muertes o destrucción planetaria fomenta una visión ansiosa del porvenir. A esta ansiedad contribuye la sensación de impotencia que muchos experimentan al sentir que no pueden aportar nada significativo a una causa. Para algunos, el único consuelo reside en tratar de mantenerse informados; al menos, de ese modo, pueden formarse sus propios juicios de valor.
Muchos sucesos ocurren al mismo tiempo, cada uno inserto en su propia dinámica y contexto. La sociedad contemporánea cuenta con medios para informarse sobre ellos con una inmediatez sin precedentes. Sin embargo, esta sobreabundancia trae consigo nuevos malestares e intensifica los periodos de incertidumbre. La saturación genera inquietud. Ante tal avalancha de datos, es fácil sentirse perdido.