LAS AFLUENTES DE LA IDENTIDAD NACIONAL

Javier Oliva Posada
Columnas
RUSIA PUTÍN

En la entrega anterior me referí a la crítica situación por la que pasó el gobierno, la sociedad e instituciones rusas, luego de la sublevación de la empresa de soldados mercenarios Wagner. Como sucede en estos casos, hay las más disparatadas versiones, rumores, mucha información dispersa, pero sobre todo, la certeza de que hubieron verdaderas horas de peligro para la estabilidad regional e incluso internacional. A juzgar por el curso público y verificado de los acontecimientos, en verdad que el poder de Vladimir Putin hoy se encuentra afectado y cuestionado en lo que hace, por lo menos, a la conducción de la invasión a Ucrania.

En esa misma ruta de análisis es que debe observarse la relevancia que tienen los valores que comparte una sociedad determinada, para así identificarse con objetivos comunes y métodos compartidos; estos últimos van desde la educación pública hasta la calidad de los servicios sociales que ofrece el Estado. Y no se trata de un asunto de ideologías o de pretensiones de los líderes o gobernantes en lo individual, sino de la aprobación y aceptación de la sociedad respecto de la administración de los bienes/recursos a favor de la colectividad. De allí que haber recurrido, por la razón que fuere, a miles de soldados cuya única motivación es el pago y en algunos casos el reparto del botín conquistado después de haber ganado la batalla, solo se explica por la debilidad en cuanto a la legitimidad de la acción bélica (invasión a Ucrania) así como por la ausencia de cohesión de la élite política y empresarial ante ese desafío.

Ausencia de respaldo

Desde el apotegma de Carl von Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, el recurso de la violencia organizada implica la última línea de respuesta y propuesta de negociación entre las partes, con el fin de encontrar una solución que de principio le sea de conveniencia a cada uno de los entes involucrados. De allí que respaldar una guerra, en el apoyo y compromiso de los integrantes de una empresa militar, solo se puede explicar o por un exceso de confianza en cuanto a la duración del conflicto (breve) o por la ausencia de respaldo y aprobación social para iniciar la aventura bélica.

Analizando las evidencias de lo sucedido hace dos fines de semana en el frente de guerra ruso-ucraniano, es una nítida mezcla de ambas condiciones: suponer que era un “día de campo” la invasión y que el respaldo del “pueblo” era uno solo, sin espacio a dudas o regateos. Debido a la marcha que toman los acontecimientos, por ejemplo, en Moscú, también en varios de los países colindantes de lo que antes era la Unión Soviética, así como en los foros multilaterales de diplomacia y comercio internacional, no cabe duda de que Vladimir Putin y su gobierno se encuentran en un momento de reflujo y contención.

Aquí el punto fundamental es el respaldo social, es decir, la sustancial identidad entre las principales causas de la nación y el apoyo de la ciudadanía; sin este, cualquier acción, programa, iniciativa y más aún, el inicio de una guerra, estarán condenados al fracaso de no contar con ese aval. La política, a partir de establecer una analogía con un conflicto bélico, siguiendo la célebre sentencia de Von Clausewitz, demanda esa base de respaldo para estar en condiciones de apuntar a la consecución del objetivo. Sería interesante estudiar esa dinámica en el ejercicio del poder político, a la luz de los prolegómenos de las elecciones presidenciales en México. Por ejemplo: ¿Qué hay más: convencidos o mercenarios en los probables equipos de campaña? De la respuesta dependen las probabilidades de triunfo.