EL ANTES QUE ERA MEJOR

Fin de la Segunda Guerra Mundial
Columnas
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Con el fin de la Segunda Guerra Mundial la sociedad estadunidense miró los años venideros con especial entusiasmo. Por fin terminó la guerra y, además, los efectos de la Gran Depresión iban quedando atrás.

Parecía que los tiempos difíciles eran cosa del pasado. Fue una década de desarrollo económico en la que surgió una cultura doméstica que construyó el imaginario de cómo debía ser la familia estadunidense y cuál debía ser su estilo de vida ideal: el padre que sale a trabajar, la madre que se queda en casa para limpiarla y cocinar, y los hijos que van a la escuela. La familia posee un coche brillante y una casa espaciosa en un suburbio tranquilo.

Esta narrativa se consolidó tanto en los medios de comunicación como en las mentes de generaciones posteriores, estableciendo un referente idealizado contra el cual se juzga continuamente el presente.

Hoy vivimos inmersos en la era del “todo antes era mejor”, donde muchos aspectos cotidianos se evalúan desde un pasado que nunca existió plenamente. Es un espejismo retrospectivo, una invención colectiva que responde más a nuestras frustraciones contemporáneas que a una realidad histórica precisa.

Al idealizar esos tiempos se omiten los matices incómodos o las realidades excluidas. La década de los cincuenta puede parecer dorada en el recuerdo del estadunidense blanco, pero se trata de una acción selectiva que ignora las desigualdades raciales, las tensiones sociales, así como la discriminación contra afrodescendientes, inmigrantes latinos y asiáticos en aquel periodo, cuyas experiencias no encajan en la postal perfecta evocada de aquella década.

Nostalgia

Ahora bien, este ideal del pasado abarca un espectro amplio de la sociedad humana. No es solo idealizar un determinado periodo, sino pensar que lo anterior, al igual que ciertas producciones, era mejor en comparación con lo actual.

Esto se observa mucho en el mundo del entretenimiento, por ejemplo, donde prevalece la mentalidad de que antes los productos eran de mayor calidad o que detrás había más “corazón”.

Quienes están en el ámbito de los videojuegos saben a lo que me refiero, pues no es raro encontrar comentarios nostálgicos sobre épocas en las que los videojuegos no estaban tan centrados en la monetización ni existían los pases de batalla. También hay quienes creen que ahora son demasiado políticos, aunque en realidad lo político siempre ha tenido un lugar importante en ese medio.

Lo mismo ocurre con las películas, donde existe una mentalidad similar detrás: los clásicos siempre serán mejores. Es el dominio de la nostalgia.

Así, pues, esta idealización del pasado responde más a la insatisfacción con el presente que a un análisis objetivo de tiempos anteriores. Es un mecanismo sicológico y cultural que simplifica lo complejo, ofrece refugio emocional y permite un contraste crítico con nuestro presente, dominando nuestra percepción del tiempo.

Sin embargo, en realidad, el pasado, como cualquier época, tuvo sus luces y sombras.

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