EL ANTIFEMINISMO AHORA ES FEMINISMO

Antifeminismo
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El feminismo pasa por tiempos muy extraños: después de tres oleadas durante el siglo XX y una más en los comienzos del XXI, hoy el movimiento que busca la equidad entre ambos sexos está extraviado, sin brújula y acorralado por las fuerzas conservadoras.

Atrás quedaron los días del movimiento #MeToo y la cultura de la cancelación. Hoy Estados Unidos, país que vio nacer al movimiento sufragista y fue líder de la liberación sexual y profesional de las mujeres en la década de 1960, es la vanguardia del antifeminismo: el cristianismo nacionalista está ascendente y los valores “masculinos” están a la orden del día.

Lo que más preocupa es que la nueva fase del conservadurismo no lleva traje, corbata, ni un peluquín rubio, sino labial, máscara de pestañas y una cuenta de TikTok; es decir, el nuevo rostro del patriarcado antifeminista es femenino.

Mujeres jóvenes, muchas de ellas influencers, están siendo las portavoces de una agenda que promueve valores tradicionales y conservadores disfrazados de empoderamiento y liberación.

Peligro

El nuevo campo de batalla no es en las calles o en el Congreso sino en las plataformas digitales. Las nuevas antifeministas femeninas han expandido sus ideas en TikTok, Instagram, revistas digitales y podcast. Su mensaje es claro: repudiar todos los mandamientos del feminismo tradicional.

Fuera la liberación sexual y bienvenida la castidad hasta el matrimonio; adiós a la profesionalización de las mujeres y adelante la glorificación de la maternidad; olvídense de la independencia económica y demos paso a la vida doméstica y a la aspiración de un hombre proveedor; fuera la mujer autosuficiente y bienvenida la pareja delicada, paciente, amorosa y complaciente con su hombre; olvídense de la diversidad corporal y demos la bienvenida a los cuerpos delgados, tonificados y sexualmente objetivados.

Este discurso no es inocente y aparece en un contexto de inseguridad, crisis económica y desprotección social.

Para muchas mujeres la promesa de un hombre proveedor puede parecer más alcanzable que una independencia que el sistema se ha encargado de volver inalcanzable.

Así, se vende la idea de que el feminismo como lo conocíamos ya no es una opción viable para los retos a los que nos enfrentamos día con día.

Hoy más que nunca el feminismo necesita recuperar su voz crítica, su claridad política y su capacidad de incomodar. El feminismo no puede ser solo una moda del pasado: tiene que volver a ser un proyecto político para el presente y una promesa de futuro para las nuevas generaciones.

El patriarcado no ha desaparecido, solo se ha actualizado. Y lo más peligroso es que ahora somos nosotras quienes somos sus portavoces, aunque su voz sigue siendo la misma: una que juzga, domestica y premia la obediencia.

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