EL CASO BIDEN

“El populismo es una consecuencia de sus omisiones”.

Joe Biden
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Durante años he sido un admirador de Joe Biden como el clásico político liberal y profesional de la élite estadunidense. A tal punto, que lo creí capaz de ganar la reelección en 2024. Ciertamente me equivoqué, pero digo en mi descargo que nunca imaginé que medios de comunicación tan serios como los norteamericanos ocultarían información sobre la salud y el deterioro cognitivo del expresidente.

En las últimas semanas se publicaron en Estados Unidos dos libros que documentan el deliberado ocultamiento de la salud de Biden desde el gobierno, el Partido Demócrata y los medios de comunicación afines.

Así como antes todos los grandes personajes del establishment demócrata negaban categóricamente los problemas de Biden, hoy todos se apresuran a afirmar que ya lo sabían y guardaron silencio por discreción. Tal parece que se trataba de un secreto muy mal guardado, pues hasta el más insignificante de los personajes de la campaña o del gobierno jura que estaba enterado.

Lo llamativo, lo interesante, es el autoengaño. Todos ellos, incluso aquellos de quienes existen declaraciones públicas negando cualquier indicio de enfermedad en Biden, aseveran que querían decir la verdad. Todos presumen haber solicitado que se considerase a otros potenciales candidatos presidenciales. Todos prometen que intentaron hacer recapacitar al expresidente, su familia, su equipo de campaña o al partido. Todos culpan a Biden, a quien de manera muy extraña le atribuyen simultáneamente discapacidad por su situación cognitiva.

¿Cómo puede ser culpable alguien a quien se le reconoce que ha perdido contacto con la realidad? En todo caso, la pregunta es por qué tanta gente se prestó a la simulación; digo más, a la mentira. La respuesta que ellos darían es que lo hacían en aras de la unidad partidista. La realidad parece más bien que no querían perder los privilegios de la cercanía con el poder. En otras palabras, docenas —cuando no cientos de personas— estuvieron dispuestas a mentir en aras de mantener sus privilegios políticos y no arriesgarse a dar un salto al vacío.

Sin autocrítica

Esa falta de audacia explica en gran medida el fracaso de la campaña presidencial demócrata. No obstante, lo más grave no es la derrota electoral que castigará esa disposición a mentir de los demócratas: el problema es el daño duradero a la credibilidad de la prensa profesional con tendencias afines al Partido Demócrata. Si tanta gente sabía y no dijo nada, quiere decir que no les interesan sus responsabilidades con el país o el público norteamericano.

Esta es la trama a partir de la cual se construye la narrativa populista para desacreditar a las instituciones liberales convencionales. Es muy fácil decir “ya ven, les dijimos que esas instituciones del mainstream conspiran contra ustedes y no les preocupan sino sus propios intereses”. Efectivamente, ¿cómo negarlo si, en efecto, eso mismo sucedió según confiesan los propios demócratas?

La élite liberal que está siendo desplazada del poder en todo el planeta no fue capaz de ejercer la autocrítica. El populismo es una consecuencia de sus omisiones, errores y fracasos, deliberados o no. No es una reacción contra sus éxitos, sino un desmentido a sus jactancias. Un desmentido profundamente perjudicial a largo plazo y contraproducente para responder a los problemas que identifica.

Sin embargo, cuando una élite pierde credibilidad, otra toma su lugar. Si queremos que el liberalismo o algo similar a él regrese al poder en Occidente, habrá que hacerse cargo de irresponsabilidades tan escandalosas como las de todos aquellos que ocultaron la enfermedad de Joe Biden.

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