En un contexto donde las mujeres científicas enfrentan aún barreras estructurales, Selene Zaragoza Álvarez ha logrado abrirse camino a través de la investigación y la acción participativa, tejiendo vínculos con comunidades oaxaqueñas para impulsar un modelo de gestión integral de residuos sólidos.
Reconocida por la iniciativa 25 Mujeres en la Ciencia Latinoamérica de 3M, su trabajo demuestra cómo la ciencia puede transformar realidades locales, especialmente cuando se realiza con enfoque de género, inclusión y justicia ambiental.
—¿Cuál es su proyecto y línea de investigación?
—Estoy cursando el doctorado en Geografía en la UNAM y mi enfoque es la investigación-acción participativa. Mi proyecto se centra en la gestión integral de residuos sólidos urbanos a través del programa Basura Cero, que busca reducir al máximo la cantidad de residuos que llegan a su disposición final. Se basa en cinco “R”: rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y reincorporar.
Este modelo, puntualiza, “lo implemento de manera comunitaria en el Geoparque Mundial UNESCO Mixteca Alta, en Oaxaca, que abarca nueve municipios regidos por usos y costumbres”.
Añade que el valor geológico del proyecto “es inmenso, con fósiles, rocas milenarias y una gran diversidad cultural. La UNAM ha trabajado con estas comunidades desde hace más de una década. Son espacios autogestionados, con una fuerte identidad comunitaria, pero enfrentan carencias, particularmente en la gestión de residuos. Ahí decidí implementar mi proyecto”.
—¿Qué retos enfrentó?
—Fue un proceso desafiante, sobre todo por ser externa y por ser mujer. En algunos espacios persisten ideas tradicionales sobre el papel de las mujeres. Para lograr una verdadera vinculación, decidí vivir ahí durante el doctorado, participar en actividades comunitarias y religiosas, y demostrar que mi interés es genuino. Tomó tres meses construir esa relación de confianza, pero valió la pena. También enfrenté el cansancio de las comunidades hacia quienes solo extraen información sin devolver nada. Por eso mi proyecto busca una relación horizontal y transformadora.
Objetivo común
—¿Qué impacto se logró hasta ahora?
—En un año y medio separamos residuos en cinco categorías —pronto serán siete—; construimos un centro de acopio comunitario; y ya recolectamos más de 13 toneladas de materiales reciclables y doce de electrónicos. Estos residuos no fueron enterrados ni quemados, sino que generaron ingresos. Es un logro colectivo: autoridades, población y empresas trabajan juntos.
—¿Cómo ha sido la experiencia con las otras ganadoras y mentoras?
—Maravillosa. Compartimos nuestras trayectorias, retos y logros. Todas hacemos ciencia desde diferentes disciplinas, pero con un objetivo común: mejorar nuestras comunidades. También compartimos experiencias sobre las dificultades que enfrentamos como mujeres en la academia, desde comentarios machistas hasta la invisibilización. Tener una red de apoyo entre científicas es invaluable.
—¿Qué mensaje daría a niñas y adolescentes interesadas en la ciencia?
—Que crean en sus sueños y se preparen. Yo siempre quise enseñar, y hoy lo hago con niñas, niños, autoridades y comunidades. Aunque a veces escuchen que “no es para ellas”, deben confiar en su potencial. Muchas niñas crecen con baja autoestima por mensajes negativos de su entorno. Es necesario romper con eso. También hago un llamado a madres y padres: su apoyo es fundamental. En mi caso, mi familia fue un pilar. Sin ellos, no estaría aquí.