EL CONFLICTO ENTRE INDIA Y PAKISTÁN

“¿Cuánto daño puede hacer el fanatismo religioso?”

India y Pakistán
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Pocas novelas capturan un momento histórico con tal precisión y belleza lírica como Tren a Pakistán, de Khushwant Singh: el lector puede apreciar la tensión religiosa y el odio fanático entre hindúes y musulmanes en los territorios y poblaciones que terminaron separándose de India para formar Pakistán.

En los personajes se percibe el miedo y la desconfianza entre dos manifestaciones religiosas distintas, que terminan manifestándose en dos nacionalidades distintas, pero que al final están unidas por una historia común y posiblemente un odio común.

Vemos también a los políticos y demagogos aprovechar y exacerbar ese odio para lucrar y crecer.

Es una novela sobre una región y unos grupos religiosos específicos, pero que puede leerse como una expresión literaria sobre el fanatismo religioso en cualquier época o lugar. Desde luego, es un libro tristísimo.

Lo recordaba estos días leyendo las noticias sobre el nuevo conflicto entre India y Pakistán, dos países que han estado en guerra abierta por lo menos tres veces en menos de un siglo. Pero lo más grave es que ambas naciones disponen de arsenal nuclear. No se trata de un conflicto convencional, por terrible que pueda ser, sino uno potencialmente catastrófico en todos los órdenes.

Esta última vez todo empezó hace algunas semanas con un ataque terrorista a unos turistas en Cachemira, en la región administrada por India. De inmediato, Narendra Modi, primer ministro indio, quien se ha dado a conocer como un hipernacionalista hindú y un feroz represor de la comunidad musulmana en India, prometió que habría represalias. El gobierno indio no tardó en culpar a Pakistán, así que esta semana los bombardeó.

Algunos oficiales del gobierno pakistaní han dicho que es una declaración de guerra explícita, pero la posición oficial de India es que simplemente se trató de una respuesta a un ataque terrorista, cuidadosamente calculado para no escalar las tensiones hacia un conflicto nuclear.

Actores

Por su lado, el mediador natural histórico, Estados Unidos, en voz del presidente Donald Trump dijo que lamenta la situación, pero espera que esos dos países resuelvan pronto sus diferencias por cuenta propia.

Desde luego, nadie cree que la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tengan el capital político para mediar en un conflicto de estas dimensiones, así que no se ve por dónde pueda llegar una solución.

Lo probable y deseable es que estas dos naciones bajen su enfrentamiento gradualmente a lo verbal, conscientes como están del peligro de una conflagración nuclear. No obstante, en ese proceso siempre pueden darse errores o cuestiones imprevistas que pongan al mundo en peligro.

Queda un actor importantísimo por considerar: China. Los chinos también han tenido históricamente conflictos territoriales fronterizos con India, de modo que no se ve que puedan ponerse de su lado. Sin embargo, tampoco se ve claro que quieran intervenir en favor de Pakistán, un país como ya se dijo de mayoría musulmana. Y es que China tiene todo un problema con la opinión pública internacional debido al trato que ha dado a su propia comunidad musulmana (los uigures), al grado de que los ha colocado en campos que muchos consideran de concentración.

Vuelvo a la novela Tren a Pakistán: ¿cuánto daño pueden hacer el fanatismo religioso y el odio tribal entre dos comunidades? Ese libro lo ilustra, pero a escala geopolítica el actual conflicto entre India y Pakistán lo demuestra. En un mundo con el orden internacional destrozado, la tendencia a ver este tipo de tensiones solamente puede ser mayor.