LA DESTRUCTIVA RUTA DE LA POLARIZACIÓN

“Hay intereses superiores y permanentes, como la viabilidad del Estado”.

Javier Oliva Posada
Columnas
POLARIZACIÓN

Se pueden intentar diversas explicaciones, que en realidad son justificaciones, para demostrar la propiedad absoluta de la verdad ante la descalificación y carencia de sentido y lógica de los planteamientos ajenos. Vivimos una etapa de muy peligrosa polarización, como lo apunté en la entrega anterior. Sea en la invasión de Rusia a Ucrania, en el conflicto bélico de Israel contra Hamás o ahora en las indispensables labores de reconstrucción del puerto de Acapulco: en tres casos en apariencia tan diferentes emergen, se muestran, similitudes que retratan la naturaleza del ser humano.

Como plantea Timothy Snyder en su indispensable libro El camino hacia la no libertad (2019, Galaxia Gutenberg), la fórmula para la construcción de la democracia parte y tiene su base en las aportaciones de todos los sectores sociales, ideologías y prácticas que abonan a la convivencia. Una vez instaurada, la propia democracia requiere de constantes cuidados, prácticas y sobre todo de mantener vivos esos fundamentos que dan pie a una de las principales y más evidentes muestras de humanidad: la tolerancia.

Por infortunio, como apunté, hoy vivimos un periodo de una larga y riesgosa lista de polarizaciones que dan paso, eso sí, a las violencias físicas/armadas, verbales, mentiras y difamaciones, entre muchas otras expresiones.

No nos damos cuenta (eso parece) de que el avance de la ciencia, la tecnología, las artes y demás expresiones de las capacidades cognitivas y emocionales del ser humano es producto y beneficio de la colaboración, de esa democracia que en su práctica de tolerancia crea el ambiente adecuado para la civilización.

Desde luego que diferencias habrá, igual que desencuentros e incluso conflictos, pero estos al encontrarse acotados por los límites mismos que dan origen a la posibilidad de expresarlos se autocontienen… cuando hay conciencia de ello.

Civilidad

¿De verdad hay algún bando, posición política, mediática e ideológica que pueda suponer que “ganó” en un conflicto? Por ejemplo, en el caso de la tragedia de Acapulco, bajo esa criticable lógica, ¿qué ventajas supone ganar si lo humanamente indispensable es ayudar a los cientos de miles de damnificados? O también, ¿las Fuerzas Armadas de Israel suponen que terminada la ofensiva terrestre en Gaza habrán ganado la guerra? De forma similar, ¿supone Moscú al alargar la invasión en Ucrania que al quedarse con territorio ucraniano venció en el conflicto militar?

Al menos en el caso de nuestro país se han empezado a dar muestras de alta política y civilidad en las prácticas de la democracia.

Lo anterior tiene como principal significado que quienes piensan y actúan diferente a nosotros no solo tienen derecho a expresarse, sino que forman parte sustancial de la democracia y de las instituciones que permiten que unos y otros gobiernen.

Es un dato muy relevante: en el siglo XXI, en menos de 20 años, de 2000 a 2018, hemos tenido tres alternancias en el Poder Ejecutivo. Bien por nuestras instituciones, liderazgos políticos y, sobre todo, bien por nosotras y nosotros, el electorado. La democracia se hace así, comprendiendo que los espacios son compartidos, que la competencia es natural, pero principalmente que hay intereses superiores y permanentes, como es la viabilidad del Estado mexicano en condiciones de paz para el desarrollo.

No cuesta mucho comprender este axioma, que como tal es básico e histórico. Las lecciones de la naturaleza, a pesar de su dramatismo, mucho nos están enseñando. Es deseable que persistamos, como sociedad en su conjunto, en asumir que por la ruta de la tolerancia y el mutuo reconocimiento sí podemos avanzar.