“ECONOMISTAS” CONTRA LA ECONOMÍA

Ricardo B. Salinas
Columnas
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Los datos son seres muy frágiles. Si los torturas lo suficiente, confesarán lo que tú quieras.

Alfred Sauvy

Hace algún tiempo me llamó la atención una nota escrita por la reconocida empresa internacional de análisis Gavekal Research, titulada Love the Economy, Hate Economists, en la que el autor, Charles Gave, critica el dogmatismo y la necedad de algunos “economistas modernos”.

Lejos de procurar que sus teorías expliquen la compleja realidad económica, estos “economistas” hacen lo contrario: “torturan” los datos hasta que se adaptan a su triste ideología, sin medir las consecuencias de su falta de honestidad intelectual. Simplemente consideremos, ¿qué pasaría si los médicos actuaran con una irresponsabilidad similar?

Gave pone como ejemplo la obra de Thomas Piketty, El capital en el Siglo , un libro que ilustra claramente la forma en que algunos “economistas” distorsionan los conceptos y datos hasta que se adaptan al punto que quieren “probar”.

Es notable que Piketty confunde, desde la página uno, dos conceptos elementales: el retorno de capital con el crecimiento en la utilidad neta. El retorno de capital es el dinero en efectivo que reciben los accionistas como porcentaje del capital invertido, y la utilidad neta es un concepto contable que incluye partidas que no son flujo de efectivo —como la depreciación.

Un ejemplo

Supongamos que Alfa y Omega, dos empresas distintas, reciben diez millones de pesos de utilidad al año, pero Alfa tiene un flujo de efectivo de 15 millones de pesos y Omega de 20 millones de pesos.

Si el capital invertido en Alfa es de $1,000 millones y en Omega de sólo $100 millones, el retorno de capital en Alfa es de 1.5% (es decir, $15 millones de flujo divididos entre $1,000 millones invertidos por los accionistas), mientras que en Omega el retorno de capital es de 20% ($20 millones divididos entre $100 millones de capital invertido).

Es decir, ambas empresas tienen la misma utilidad neta, pero Alfa otorga un rendimiento de sólo 1.5% y Omega de 20 por ciento.

Si las tasas de interés están en 10% será mejor cerrar Alfa e invertir los $1,000 millones de su capital en CETES (que al 10% nos van a generar $100 millones de flujo), pero conviene seguir operando Omega —o incluso invertirle más dinero.

Confusión

Esto es una simplificación, pero este sencillo ejemplo demuestra que el análisis de Piketty no supera las pruebas más básicas de un riguroso análisis económico.

Cuando un economista parte de errores tan elementales, es válido cuestionar el resto de su “monumental” obra, sobre todo cuando toda una corriente de “pensamiento económico” usa este trabajo como base para justificar políticas públicas que pueden tener consecuencias desastrosas para miles de millones de personas.

En este caso particular, quienes están a favor de distribuir la riqueza han utilizado la obra de Piketty para sostener sus pobres argumentos. Otro error grave de Piketty y sus seguidores es que hablan de repartir la riqueza, pero en general recomiendan cargar impuestos al ingreso, es decir, confunden ingreso y riqueza.

Para entender la diferencia entre ingreso y riqueza supongamos que José gana 10,000 pesos al mes (su ingreso), pero tiene un patrimonio (bienes inmuebles, obras de arte e inversiones por 10 millones de pesos). Por otro lado, Manuel gana el doble, 20,000 pesos, pero su patrimonio sólo suma un millón. ¿Quién está mejor?

No obstante, aun si el trabajo de Piketty estuviera bien fundamentado, se ha demostrado muchas veces que la riqueza no se debe repartir, se debe crear, porque al repartirse siempre se destruye —como vemos con las economías socialistas.

Pero Piketty no es el único “economista” propenso a adaptar la realidad a sus dogmas. Entre otras falsas creencias que ponen en riesgo el bienestar de millones de familias, Charles Gave nos da otros ejemplos. Veamos.

Manipulación de tasas de interés

En su reporte muestra evidencia estadística y clara de que cuando las tasas de interés son llevadas a niveles irracionalmente bajos, el crecimiento económico, lejos de estimularse, se desacelera.

Considero que son dos las principales razones:

1. Las tasas de interés son la referencia que se utiliza para considerar proyectos de inversión, porque representan su costo de oportunidad. Si esta referencia es demasiado baja, sólo se tomarán proyectos de inversión que generan poco valor.

2. Las bajas tasas de interés no incentivan el ahorro y sin ahorro, eventualmente las economías se colapsan. De hecho, considero que las tasas de interés demasiado bajas constituyen una expropiación injusta a los ahorristas.

Manipulación del tipo de cambio

El nivel del tipo de cambio de largo plazo es resultado del valor generado en una economía. Cuando la moneda muestra una tendencia de largo plazo hacia la depreciación, es consecuencia de una mala gestión económica. Esto generalmente ocurre cuando el gasto público se incrementa, reduciendo la productividad general de la economía.

Es por ello que los políticos irresponsables —y los economistas que los sustentan intelectualmente— prefieren manipular el tipo de cambio para “ocultar sus crímenes”. No obstante, esta manipulación suele ser contraproducente, como claramente vimos en México en las macrodevaluaciones de 1976, 1982, 1985, 1987 y en 1994.

A pesar de lo que digan ciertos economistas, las devaluaciones nos empobrecen. Debido a ellas, el peso ha perdido gran parte de su valor en la historia reciente. Consideremos que antes de la devaluación de 1976 el peso tenía una paridad de $12.5 por dólar. Hoy está alrededor de $17.60, pero después de quitarle tres ceros a la moneda, con lo que vemos que después de cuatro décadas de mala gestión económica, nuestra moneda vale menos de una milésima parte —aunque durante el último año el peso se ha apreciado notablemente debido al enorme flujo de remesas (más de 60,000 millones de dólares por año) y al diferencial de tasas de interés entre México y Estados Unidos, lo que convierte a nuestra economía en un buen destino para las inversiones.

La falacia del gasto gubernamental

Este es uno de los “mitos geniales” favoritos de los políticos. Ellos —y sus economistas— nos han tratado de vender de mil formas distintas la vieja fantasía de que el gasto gubernamental impulsa el crecimiento económico. No obstante, una y otra vez, la evidencia nos demuestra lo contrario.

Charles Gave explica que cuando el gasto del gobierno crece más rápido que el gasto del sector privado el crecimiento económico se debilita; y lo ejemplifica con el caso de Reino Unido.

La razón es muy sencilla: el gasto privado siempre es más productivo que el gasto público. Cuando el gasto público desplaza al gasto privado, a través de impuestos actuales o futuros, la productividad se ve afectada.

En México el ejemplo más claro es la llamada “Reforma Fiscal” de 2014, que incrementó la recaudación y la carga impositiva para los contribuyentes y estuvo lejos de fomentar el crecimiento económico —como lo muestra el débil crecimiento del PIB en la última década.

Esta reforma recaudatoria ha fomentado un mayor endeudamiento público: la tasa anual compuesta de crecimiento de la deuda del sector público entre 2010 y 2022 es de 10.2% —mucho más alta que el crecimiento del PIB en el periodo—, con lo que hoy llegamos a una deuda total que alcanza su nivel máximo histórico: 14.24 millones de millones de pesos, o lo equivalente a 373,583 pesos por cada familia —aunque en este gobierno el crecimiento histórico de la deuda pública se ha moderado, creciendo a una tasa de 5.6% anual en 2022, cuando en el sexenio anterior creció a tasas de doble dígito cada año.

Responsabilidad

La falacia del gasto público es especialmente redituable para aquellos encargados de ejercerlo. Sin embargo, la experiencia nos muestra que los proyectos públicos son de muy baja rentabilidad económica y social, con pocas excepciones.

Los gobiernos suelen escoger proyectos relumbrantes y políticamente redituables, pero poco rentables.

Y las razones que explican su bajo retorno suelen ser: pobre planeación y ejecución, baja motivación, escasa vigilancia y falta de transparencia.

La economía es una disciplina sumamente compleja e importante y debe practicarse con gran responsabilidad. No podemos dejarla en manos de “economistas” que caen en graves errores y conflictos de interés, mientras nos quieren hacer creer que . Permitir que esto siga ocurriendo alrededor del mundo, nos llevará a crisis interminables donde el bienestar de millones de personas se pondrá en riesgo.