En esta entrante semana un grupo de jóvenes convoca a marchar en la CDMX con estética anime —la bandera de One Piece como guiño pop— y una consigna: anticorrupción e impunidad cero. No es una “guerra” contra el gobierno ni una épica prefabricada: es el ensayo más visible de cómo una cohorte nativa digital puede convertir códigos de internet en presencia pública.
En México hay 30.4 millones de personas de 15 a 29 años: 23.3% de la población. Es el bloque que hoy estudia, trabaja, emprende o cuida; el que hereda instituciones y paga las decisiones que tomamos los mayores. Ese tamaño poblacional, combinado con su capilaridad digital, explica su capacidad de convocatoria. En 2024, 97% de quienes tenían 18–24 años usaban internet y reportaron 5.7 horas diarias conectadas: el día a día ocurre —literalmente— en su teléfono.
La Generación Z organiza sin pirámides: mensajes breves, meme como llave de entrada, video corto para ritmo y listas comunitarias (Telegram/Discord) para logística. La iconografía pop no es frivolidad: reduce barreras y crea identidad inmediata. Que la convocatoria del 15 de noviembre adopte símbolos de cultura juvenil no la convierte en cosplay político: es una forma de decir “esto también es nuestro espacio público”, con reglas propias (no violencia, no partidos, códigos de respeto entre pares). En el mundo, movimientos juveniles recientes han mezclado estética, humor y método digital para sostenerse semanas.
Sin embargo, cuando el objetivo es anticorrupción, el riesgo es la vaguedad; cuando se desciende a pedidos concretos aparece el puente hacia la política pública. La pregunta no es si una marcha resuelve la corrupción, sino si ancla una agenda y quién está dispuesto a dialogarla al día siguiente. Esa es la madurez que separa al trending topic del movimiento.
Espejos
Así, 2022 dejó una lección en Sri Lanka: protestas juveniles, descentralizadas y coordinadas en redes detonaron la caída de un presidente en plena crisis económica. No fue magia; fue acumulación de indignación + organización + persistencia. La historia no es calcable a México, pero ilustra el potencial de una generación cómoda con el espacio híbrido calle-red.
Más cerca en el tiempo, Marruecos 2025 ofrece otro espejo: el colectivo GenZ 212 salió a exigir reformas en servicios públicos y anticorrupción; pese a la represión y altísimos costos personales, la coordinación digital sostuvo semanas de protesta y obligó al gobierno a mover fichas presupuestales.
¿Qué observar en México la próxima semana? Tres variables sencillas:
Tamaño y composición: no es lo mismo una marcha monolítica a una intergeneracional. Ver a madres, maestros y emprendedores junto a la Z convierte la consigna en causa pública, no de nicho.
Claridad de demandas: un par de metas verificables mantiene el foco y evita el desgaste.
Persistencia: el ciclo de redes quema rápido; sostenerse exige ritmo y cuidado mutuo.
Para las autoridades, una recomendación moderada: la logística es también política. Facilitar rutas claras, tiempos y cauces de diálogo reduce riesgos y demuestra que el espacio público es de todos. Para los adultos que miran con escepticismo: la condescendencia no ayuda. Esta cohorte no “descubre” la corrupción; descubre su voz y sus herramientas. Atenderla es enseñar y aprender a la vez: explicar procesos y límites, escuchar prioridades y traducirlas a política ejecutable.
La fuerza de esta generación está en la inmediatez y la creatividad; su talón de Aquiles, la impaciencia. Si quieren resultados deberán anclar su narrativa en datos y pruebas: ese anclaje permite ganar simpatías fuera de su burbuja digital y evita que la conversación se reduzca a memética.
La novedad no es que haya molestia —eso es viejo—, sino la velocidad con la que la molestia se vuelve acción. Si la marcha del 15 logra unir estética, civismo y dos o tres objetivos verificables, habrá dado un paso adulto: del like al acto y del acto a la agenda. Porque las generaciones no solo se definen por su música o sus Apps; se definen por su capacidad de traducir su tiempo en mejoras públicas. La Z tiene canales y energía. La pregunta que viene es si también tendrá método. Y eso no lo deciden los algoritmos: lo decide lo que hagan al día siguiente.

