LANZA EL IPN INICIATIVA DE MONITOREO DE AGUAS RESIDUALES DE FUKUSHIMA

“En altas concentraciones afectaría la fauna marina y la salud humana”.

J. Alberto Castro
Columnas
IPN

El 24 de agosto Japón obtuvo definitivamente luz verde para comenzar a verter al Océano Pacífico las aguas residuales de Fukushima, la planta nuclear que sufrió una explosión de gran magnitud tras el tsunami que golpeó a ese país en marzo de 2011.

La operación no es inmediata: el vertido se realiza de forma progresiva y se prevé que se efectúe durante aproximadamente tres décadas.

Es el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el que avaló el plan del gobierno japonés para desmantelar la defenestrada planta atómica a pesar de los desacuerdos de países vecinos: China y Corea del Sur.

Por su parte, la sociedad civil nipona y diversos organismos medioambientales también hicieron palpable el rechazo a la resolución, ya que sostuvieron que el agua contiene partículas radiactivas que pueden dañar los ecosistemas del océano y poner en riesgo la supervivencia de algunas especies marinas.

La liberación de los efluentes (1.25 millones de toneladas métricas de agua radiactiva) de la Central Nuclear de Fukushima divide al mundo en dos grandes bandos.

Uno hace suyo el argumento de la empresa propietaria de la central, Tokyo Electric Power (Tepco), en el sentido de que el tritio es un isótopo radiactivo del hidrógeno que se considera inofensivo porque —según la compañía— emite niveles muy débiles de radiación y no se acumula o concentra dentro del cuerpo humano; mientras que la OIEA esgrime en apoyo su análisis independiente in situ que confirma que la concentración de tritio está muy por debajo del límite: “No habrá ningún efecto sobre la salud”.

El otro bloque lo encabezan la comunidad científica internacional y grupos ambientalistas que consideran que el vertido de agua contaminada es un asunto importante de seguridad nuclear con implicaciones más allá de las fronteras japonesas y de ninguna manera un asunto interno de Japón. Incluso expertos en océanos de la ONU afirman que el agua puede contener cantidades de carbono-14 radiactivo, así como otros isótopos radiactivos como el estroncio-90 y el tritio, porque la tecnología de tratamiento del agua conocida como ALPS no ha logrado eliminar por completo las concentraciones radiactivas en la mayor parte del agua tratada almacenada en los tanques de Fukushima.

Ante esta gran incertidumbre científicos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) promueven la innovadora propuesta de efectuar un monitoreo internacional sobre la presencia de tritio en las costas del Pacífico. El proyecto prevé la participación de oceanógrafos, biólogos marinos, ambientalistas y ecologistas de los países que circundan las aguas de ese océano para lograr el monitoreo de los residuos de tritio.

La idea ha tenido buena acogida entre la comunidad científica global, ya que la analizan y muestran interés por ella investigadores de Alaska, Australia, Brasil, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Filipinas, India, Inglaterra, Islas Fiyi, Japón, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Perú, Tailandia y Sur de África. Ya se buscan recursos de organismos e instituciones internacionales para financiar el proyecto.

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Detalles

Contactado por Vértigo, el profesor e investigador Jonathan Muthuswamy Ponniah, líder del proyecto en el IPN, profundiza en los argumentos que apoyan la necesaria verificación de que estas aguas residuales no representen un peligro.

De entrada, pone el acento en que la descarga de líquido total de la planta nuclear equivale a 500 albercas olímpicas de agua contaminada, la cual contiene un elemento radiactivo denominado tritio (isótopo natural del hidrógeno) que en altas concentraciones afectaría la fauna marina y la salud humana.

¿Qué es detalladamente el tritio? El elemento que sería monitoreado en las aguas del Pacífico tiene una vida media de 12.4 años; su derrame continuo en concentraciones altas perjudica a los animales marinos al reducir la tasa de fertilidad y el daño a la estructura celular del ADN.

De acuerdo con el experto politécnico “hay cuatro elementos radiactivos (estroncio-90, cesio-37, yodo-129 y cobalto-60) que las autoridades de la planta nuclear de Fukushima ya filtraron, pero no existe una tecnología para retener el tritio, solo puede diluirse”.

En efecto, el tritio y el carbono-14 son, respectivamente, formas radiactivas del hidrógeno y el carbono, y son difíciles de separar del agua. Ahora bien, estas sustancias están presentes en el entorno natural, el agua e incluso en los humanos, ya que se forman en la atmósfera de la Tierra y pueden entrar en el ciclo del agua. Ambas emiten niveles bajos de radiación, pero pueden suponer un riesgo a la salud si se consumen en grandes cantidades.

Algunos científicos señalan que Japón se precipitó y debió, por el momento, mantener el agua tratada en los tanques. Esto, argumentan, permitiría ganar tiempo para desarrollar nuevas tecnologías de procesamiento y para que la radioactividad restante se reduzca naturalmente.

Otros científicos opuestos al plan de Japón dicen que se necesitan más estudios sobre cómo estos residuos pueden afectar el lecho oceánico y la vida marina. Por ejemplo, el biólogo marino Robert Richmond, profesor de la Universidad de Hawai, opina que “no hay manera de volver a meter al genio dentro de la botella”, porque él ve “una evaluación de impacto radiológico y ecológico inadecuada y nos preocupa que Japón no solo no pueda detectar qué está ingresando en el agua, los sedimentos y los organismos, sino que si lo hace no haya forma de eliminarlo”.

Por su lado, Muthuswamy manifiesta que en un hipotético monitoreo habría que obtener y analizar muestras de agua de la corriente marina Kuroshio del Pacífico, la cual sube hasta Alaska, baja hacia las costas de EU y llega hasta Colombia, para subir nuevamente por Hawai, Filipinas y Japón.

“A un número indeterminado de científicos les preocupa no solo la cantidad de líquido que se verterá en el océano sino la periodicidad de las descargas. La cantidad y tamaño de las partículas del agua residual vertida por la planta de Fukushima y la velocidad de la corriente determinarán la propagación del cuerpo en el agua. Estamos esperando que después de seis meses o en un año se refleje una acumulación de moderada a intensa en ciertos puntos del Océano Pacífico”, indica el científico de origen indio asentado en México.

Preocupado por la salud de los océanos, Muthuswamy imagina ya un enorme grupo de expertos iniciando los trabajos de monitoreo, donde cada mes se tomarán dos muestras de diversas áreas en la inmensidad oceánica. Se tiene previsto que la labor de análisis del líquido se realizará en laboratorios especializados de India y EU.

Mientras tanto, queda claro que la principal preocupación que se tiene a nivel global es que sí existan efectos catastróficos que pueda tener el tritio en los ecosistemas y en el ser humano.

El accidente de Fukushima está aún lejos de poder mitigar sus efectos no solamente en Japón sino también en los países cercanos. Las fallas en la operación de la planta devastada por un tsunami y la gestión del agua residual hacen crecer la duda respecto del uso de este tipo de energías.

Mil tanques de aguas contaminadas

La planta nuclear Fukushima comenzó a funcionar a partir de 1971.

Desde el desastre la empresa propietaria de la planta (Tepco) ha bombeado agua para enfriar los reactores nucleares.

Esto quiere decir que la planta produce a diario agua contaminada (aproximadamente 100 metros cúbicos al día), que se almacena en tanques gigantescos.

Hasta el pasado agosto se habían llenado más de mil tanques. Japón dijo que esta no es una solución sostenible a largo plazo y por eso libera agua en el Océano Pacífico que se espera dure por 30 años.

Tepco filtra las aguas de Fukushima a través de su Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés), que reduce la mayoría de las sustancias radioactivas a estándares de seguridad aceptables, excepto el tritio y el carbono-14.

En Japón hay 33 plantas nucleares.