En mayo de 1996 se produjo el primer ataque directo contra México y sus problemas relacionados con el narcotráfico, así como con la migración y la producción, por parte de Estados Unidos. Este señalamiento se realizó a través de un famoso senador, Jesse Helms, quien mantuvo en tensión al gobierno norteamericano.
Helms, como muchos otros, fue primero republicano, luego demócrata y nuevamente republicano; es decir, los problemas permanecían sin importar el partido y el único responsable señalado era México.
Por otra parte, las declaraciones de carácter intervencionista que se vertieron en las audiencias a las que me refiero, además de falsear los hechos y distorsionar la realidad de mi país, constituyen una clara e inadmisible violación a la soberanía mexicana.
El Gobierno de México no acepta que funcionarios estadunidenses se pronuncien sobre cuestiones de política interna que únicamente competen a los mexicanos y respecto de las cuales ningún otro gobierno puede arrogarse el derecho de emitir juicios de valor.
Es como un matrimonio: los conflictos van y vienen. Si no son por dinero, son por los horarios, los permisos o la falta de alimentos. Entre México y Estados Unidos siempre han existido diferencias, pero estas han ido subiendo de tono, con la intención constante de que México se someta a Estados Unidos. ¿De quién es la culpa? De ambos.
Responsabilidad
Estos párrafos reflejan una realidad: así nos veían y nos siguen viendo en Estados Unidos. Nos damos cuenta de que solo aparecemos en su discurso cuando desean denostar o humillar a México.
Siempre tienen la razón, al menos desde su perspectiva. Por ello, hemos llegado a mediaciones difíciles, casi siempre insuficientes, que buscan demostrar que México puede negociar y sabe mediar.
Esperamos que Estados Unidos también lo haga. Las acusaciones mutuas han sido constantes, canalizadas por medio de mediaciones e intervenciones de auténticos diplomáticos de ambas partes.
Hoy nos encontramos en un momento especialmente frágil. Las pruebas y los datos circulan a una velocidad nunca antes vista y el mercado mediático está saturado. Vivimos en un mundo hiperconectado y mediatizado, donde lo que se sabe hoy, ocurrió hace apenas media hora.
Antes el ritmo era distinto. Por ello, México debe acelerar el paso para equilibrar su papel en la mediación con Estados Unidos y demostrar que está cumpliendo con los compromisos bilaterales. Al mismo tiempo, debe exigir al gobierno estadunidense, en el tono adecuado que demanda una verdadera mediación, que asuma su parte de responsabilidad y actúe de forma concreta para frenar el consumo de drogas en su territorio, en lugar de emitir únicamente declaraciones explosivas.