MUJER LIBRO

Mujer libro
Mónica Soto Icaza
Columnas
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Soy una mujer libro. Desde los 14 años los libros han sido mis oráculos, mi pensamiento y mi obsesión recurrentes, mi cotidianidad; lo que me dio sentido, lo que me enseñó a soñar; y ahora, además, mi forma de vida.

Han pasado 24 años desde la primera vez que alguien invirtió su dinero en mis letras y 25 desde que autopubliqué mi primer libro. El título en cuestión, Las lágrimas de todos son de sal, fue una de esas semillas que crecen para convertirse en raíces, alas y hojas viajando con futuros asombrosos.

La primera presentación sucedió el miércoles 13 de junio de 2001 en el Centro Cultural Ágora del Parque Naucalli, ubicado casi frente a las Torres de Satélite, en el Estado de México. Esa noche, a Mónica de 21 años le sudaban las manos de incredulidad: cayó un aguacero, la cita era a las siete de la noche, eran las ocho y su presentadora no llegaba. La directora del centro cultural sentenció: “Si no llega en diez minutos, o te subes sola o se cancela”. Iba a tener que subirme sola, ni modo de que las 90 personas que ya estaban en las butacas hubieran hecho el paseo en vano. Hoy sé que el destino me estaba preparando para mis continuos vuelos sin paracaídas editoriales.

Mi mamá convenció de presentarlo a Julieta, una vecina que ya había leído el libro y era la directora en México de la Royal Academy of Dance de Londres. Julieta convenció a Andrea, directora del centro cultural. Y así las tres ocupamos nuestros sitios en el escenario.

Andrea dio la bienvenida, le dejó el micrófono a Julieta. Julieta habló de contrastes: el contraste entre mis letras y yo, entre el momento brillante que vivíamos con las nubes reventándose contra las ventanas, entre el prejuicio de que a nadie le importaban los libros y el lleno total en la sala. Andrea intervino, Julieta respondió. Comenzaron un diálogo con la armonía como común denominador.

Gratitud

Yo miraba a Andrea, a Julieta, al público que pasaba de las lágrimas a las sonrisas, de las sonrisas a la carcajada, de la carcajada a los suspiros, de los suspiros a las miradas serenas que siguen en mi memoria cuando cierro los ojos. Tantas veces me tocó estar del otro lado y ahora me encontraba enfrente, rodeada de la ternura de dos mujeres admirables que me arroparon entre las palabras, con mi familia, mis amigos, algunos de mis profesores y otras personas que acudieron a la invitación, rostros que luego fueron abrazos y a quienes jamás dejaré de agradecerles por compartir conmigo ese momento tan decisivo.

A las nueve de la noche entró en la sala una mujer de pelo negro, rizado, vestida de blanco: Elena Tamargo, mi presentadora, quien después de atravesar la ciudad entre inundaciones y un tráfico apocalíptico logró llegar.

Terminaron los discursos, firmé libros, recibí parabienes, elogios y cariños, y me fui a casa.

Me acosté. El sueño se fugaba entre las imágenes almacenadas en mi mente. Esa felicidad era algo nuevo y delicioso y tomé la decisión de convertirme en alguien que provocara que otras personas pudieran cumplir su propio sueño de tener sus libros entre las manos. Fue el génesis de Amarillo Editores, proyecto con el que publiqué a más de 300 autores en 15 años y me enseñó a ser editora profesional. Hoy ya no edito libros de otros autores, pero comparto mi experiencia, secretos y mañas de editora con quien me pide consejo. Si ya me equivoqué, aprendí, fracasé, tuve éxito y puedo ayudar a alguien con mi experiencia, lo hago con alegría y gratitud.

Desde ese 13 de junio de 2001 hasta este 13 de junio de 2025 ya hay unos 100 mil ejemplares de mis libros por todas partes del mundo. ¡Qué viaje en carrito de montaña rusa ha sido esta aventura! Estoy lista para los siguientes 100 mil, para los millones.

Gracias por caminar conmigo.

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