Al estudiar con detalle el discurso de inauguración o de toma de posesión (para nosotros) de Donald Trump el 20 de enero, resulta que los cinco principales temas, todos sin excepción, tienen que ver directamente con nuestro país.
El primero es la declaratoria de emergencia nacional en la frontera sur norteamericana y que en efecto fue la orden ejecutiva inicial, firmada ese mismo día por la tarde en la Sala Oval de la Casa Blanca.
A continuación, el segundo, el que se refiere a los aranceles. Mencionó además de México, a China y Canadá.
El siguiente fue el muy sensible tema de la migración forzada (ilegal para Estados Unidos), notablemente procedente desde nuestro país.
Muy importante, el cuarto fue el tráfico de drogas (fentanilo) y la declaración pocos días después como “organizaciones terroristas internacionales” de seis organizaciones criminales mexicanas.
El último fue la referencia al Canal de Panamá, que según Trump debe regresar a manos de EU, en la perspectiva del efecto que tendrá en el corto plazo el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
Lo anterior, desde el primer día del nuevo mandato de Trump. En anteriores ocasiones aquí he apuntado que en el simbólico periodo de los 100 días iniciales de su presidencia es el mandatario peor evaluado con 46% de aceptación, conforme a varias firmas encuestadoras.
También la semana anterior el prestigiado y recientemente premiado diario The New York Times dio cuenta de los extraordinarios beneficios económicos que han estado recibiendo las empresas de los dos hijos mayores de Trump como consecuencia del acceso a información bursátil y comercial, así como por la indiscriminada aplicación de aranceles o impuestos, y cientos de productos procedentes de más de 100 países.
Errores y excesos
Son pruebas y elementos fehacientes otras decisiones insólitas, como recortar el subsidio a una de las más prestigiadas universidades del mundo, Harvard, por negarse a acatar la aplicación de medidas excluyentes a la comunidad de la diversidad sexual; la pretensión de eliminar el Departamento de Educación, que por cierto tiene al frente a una mujer que no puede redactar un comunicado sin faltas de ortografía y sintaxis.
Estos y otros muchos errores y excesos han llevado a Trump y su equipo a reformular la comunicación del gobierno para continuar en esa pronunciada caída de aceptación, pero sobre en los efectos negativos en la calidad de vida que comienzan a verse en ese país.
Ahora bien, las declaraciones por completo improvisadas que hizo el presidente de EU a bordo del Air Force One el 4 de este mes al grupo de periodistas que cubren la fuente de la Casa Blanca y que iban a bordo deben tener una lectura más doméstica; es decir, con referencia a lo que sucede en la política interna de ese país.
Sin venir a cuento, al referirse de forma irónica a la presidenta Claudia Sheinbaum y el pretendido apoyo militar de su país en la confrontación a las organizaciones criminales mexicanas, sin duda lo hizo para sus menguadas bases electorales, que conocidas como WASP (blanco, anglosajón, protestante) son la principal plataforma de legitimación de Trump; predominantemente racistas, xenófobos y con posturas de exclusión contra México y los mexicanos, es a los que con frecuencia se dirige el mandatario de EU.
Incluso la propia presidenta Sheinbaum aludió a cómo nuestro país es tema de campañas electorales y, yo agregaría, de gobierno.
En la perspectiva de los cuatro años que duran los mandatos en EU es imperioso para nuestro gobierno el diseño de una política exterior y una política bilateral donde la planeación se sobreponga a la respuesta; pero también debe evitarse el desgaste de la figura presidencial, en tanto hasta ahora ella es la única voz desde México que responde a las ironías, insultos e insinuaciones de Trump.
Hay posiciones en la burocracia de nuestro país cuya participación ha sido, en el mejor de los casos, discreta. Este es el momento para la creación y aplicación de políticas que protejan y fomenten la proyección de nuestro Poder Nacional.