Ya en anteriores entregas me he referido a cómo nuestro país es la arena de debate preferida por el Presidente de Estados Unidos y su amplio equipo de trabajo: desde el mismo titular de la Casa Blanca hasta funcionarios de cuarto o quinto nivel, como es el caso de quien declaró a mitad de la semana que solo es cuestión de tiempo para que los mal llamados cárteles ataquen a su país.
Recordemos que desde su discurso de inauguración Donald Trump articuló su mensaje en cinco ejes programáticos: la declaratoria de Emergencia Nacional en la frontera sur (con México, claro); la aplicación inmediata de aranceles al comercio entre China, Canadá y nuestro país; la cuestión de la “invasión migratoria”, por supuesto, procedente del sur; la cuestión de narcotráfico, la violencia criminal en la frontera con México, pero sobre todo, los daños a la salud pública producto del consumo de fentanilo; y cerró con la referencia a la recuperación del Canal de Panamá, en clara alusión a la muy fuerte competencia que significará el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec.
Así, desde el primer día de su segundo mandato Trump con frecuencia alude a nuestro país como la principal fuente de problemas sociales, económicos y de seguridad pública, entre otros, para Estados Unidos.
Recordemos también la gravedad que reviste el hecho de clasificar como Organizaciones Terroristas Extranjeras (FTO) a seis estructuras criminales operando en nuestro país.
Empero, al participar otras y otros funcionarios la frecuencia y virulencia de los ataques van en aumento.
Provocaciones
Lo declarado por el funcionario del Departamento de Seguridad de la Patria (DHS) ante comisiones del Senado de su país, como apuntamos al inicio, es una clara muestra del escalamiento en las suposiciones para aumentar sin razón las tensiones con México, que incluso pueden afectar el prestigio de otras instituciones fundamentales de Estados Unidos.
Me explico. Un dron comercial, fácil de adquirir incluso por servicios de paquetería, de ninguna manera tiene las capacidades tecnológicas destructivas como para desafiar a los batallones de la Infantería de Marina (Marines), del Ejército de Tierra (Army), además de los servicios de comunicación militares, que se encuentran desplegados en la frontera con México desde la primera semana de la aún nueva presidencia de ese país.
Aquí en México, en la conferencia matutina del 23 de este mes, el almirante secretario de Marina, Raymundo Pedro Morales Ángeles, desestimó esa posibilidad en tanto que no hay reportes de la utilización de esos artefactos en la frontera norte con fines violentos, como sí se han usado en otras partes del país, por ejemplo, en Michoacán.
A esta importante declaración se debe agregar una pregunta relevante, aunque obvia: ¿cuál sería el objetivo de lanzar explosivos del lado estadunidense en la frontera por organizaciones criminales mexicanas, en la amplísima zona que hoy custodian las Fuerzas Armadas de la primera potencia militar en el mundo?
En la complicada historia de las relaciones entre México y Estados Unidos las provocaciones procedentes de ese país, que dieron paso, por ejemplo, a la guerra de invasión 1846-1848, se han repetido en varias ocasiones y en otras partes del mundo y han concluido con conflictos armados.
Por eso, desde las áreas correspondientes a los servicios de inteligencia y seguridad nacional civiles del gobierno federal debe articularse una auténtica política que no solo responda a las críticas y señalamientos desde Washington, sino mejor aún, que prevenga. Es decir, pasar de la reacción a la prevención. Hay suficientes argumentos.