Eliminación de barreras normativas, innovación y fortalecimiento de la tecnología estadunidense, bases de la estrategia.
El pasado 23 de julio Donald Trump presentó su tan anticipado Plan de Acción en Inteligencia Artificial en un evento multitudinario celebrado en Washington, donde flanqueado por ejecutivos de grandes tecnológicas, asesores económicos y militares desveló una hoja de ruta ambiciosa que busca colocar a Estados Unidos a la vanguardia de la Inteligencia Artificial (IA) global reduciendo las regulaciones federales, incentivando una nueva ola de infraestructura crítica y redefiniendo las alianzas tecnológicas internacionales.
La propuesta, contenida en un documento de 28 páginas, gira en torno de tres grandes ejes: desregulación para acelerar la innovación, expansión masiva de infraestructura tecnológica y proyección del poder estadunidense a través de la supremacía en IA. “Vamos a liberar a la Inteligencia Artificial del yugo burocrático y asegurar que sea una herramienta para la grandeza de nuestra nación”, afirmó Trump durante su discurso, interrumpido por ovaciones repetidas en un ambiente más cercano a un mitin de campaña que a una presentación técnica.
Sin frenos normativos
Uno de los aspectos centrales del plan es la revocación de una serie de medidas adoptadas durante la administración de Joe Biden. Entre ellas destacan normas sobre rendición de cuentas algorítmica, evaluaciones de impacto social y medioambiental para nuevos desarrollos tecnológicos, y requisitos de transparencia en modelos usados por el gobierno federal.
Bajo el nuevo enfoque se propone que los sistemas de IA financiados o utilizados por el Estado no estén sujetos a criterios de “riesgo sistémico”, sino a métricas de eficiencia, escalabilidad y utilidad estratégica.
En particular, el plan introduce una cláusula que prohíbe a las agencias federales contratar software de IA que se considere “ideológicamente sesgado”.
Si bien no se detalla aún cómo se definirá o medirá ese sesgo, para muchos analistas se trata de una forma velada de intervenir en el desarrollo de los modelos para alinearlos con una agenda conservadora.
“La IA debe reflejar los valores estadunidenses y no una agenda globalista o woke”, afirmó durante el evento David Sacks, uno de los principales asesores de Trump en temas tecnológicos y financieros.
A su lado, el director de la Oficina de Política Científica y Tecnológica o CTO (Chief Technology Officer) de la Casa Blanca, Michael Kratsios, añadió que el plan representa “el marco más sólido jamás planteado para garantizar la soberanía digital de Estados Unidos frente a enemigos externos y decadencia interna”.
Incentivos y megaproyectos
Otro pilar del plan es la expansión masiva de infraestructura para soportar el auge de la IA.
Se anunciaron incentivos fiscales, acceso prioritario a terrenos federales y reducción de requisitos medioambientales para la construcción de nuevas instalaciones, incluyendo fábricas de chips, centros de datos y supercomputadoras.
Estos megaproyectos, vitales para el entrenamiento de modelos fundacionales de IA, suelen requerir cantidades gigantescas de energía y agua. Según estimaciones del Departamento de Energía un centro de datos de clase hiperescala puede consumir hasta 50 millones de galones de agua al año para sus sistemas de enfriamiento, además de emitir toneladas de dióxido de carbono (CO²) indirecto por el consumo eléctrico.
“Trump está apostando todo al caballo ganador”, señaló Daniel Castro, director del Information Technology and Innovation Foundation (ITIF, un think tank favorable a la desregulación tecnológica). “Con este plan, la Inteligencia Artificial se convierte en la nueva industria pesada de Estados Unidos y no podemos permitir que trámites ambientales obsoletos ralenticen esa transición”.
Reacciones
Mientras algunos sectores empresariales celebraron la iniciativa como una señal de certidumbre y empuje, otros reaccionaron con reservas.
Organizaciones de derechos digitales, expertos en ética tecnológica y grupos ambientalistas criticaron el enfoque unilateral del plan, alertando sobre sus posibles consecuencias sociales y ecológicas.
“Eliminar salvaguardas laborales y ecológicas bajo la bandera del progreso tecnológico es una estrategia conocida: los beneficios se concentran en unos pocos, los daños se distribuyen entre todos”, señaló Jane Roberts, vocera de Public Citizen, una organización que promueve la responsabilidad corporativa.
Desde el Center for Humane Technology, sus fundadores advirtieron que sin supervisión pública el desarrollo acelerado de IA puede traducirse en herramientas masivas de vigilancia, manipulación informativa y exclusión estructural.
También hay inquietud en sectores académicos y de innovación abierta. “La idea de prohibir el uso de IA considerada ‘ideológicamente sesgada’ abre la puerta a la censura algorítmica”, advirtió Susan Ariel Aaronson, experta en gobernanza digital en la Universidad George Washington.
“¿Qué ocurre si un modelo promueve derechos de género o perspectivas críticas del racismo? ¿Será desechado por no ser ‘neutral’ según criterios políticos?”, se preguntó.
Herramienta de poder
Más allá del plano interno, el plan de Trump apunta claramente a posicionar a Estados Unidos como el principal exportador de soluciones de IA a escala global.
Se prevé crear una “zona de innovación libre” donde países aliados —como Emiratos Árabes Unidos, Israel, India o Australia— puedan adoptar la pila tecnológica estadunidense: chips de Nvidia, modelos fundacionales de OpenAI o Anthropic, servicios de nube de Amazon y un marco legal alineado con la filosofía de innovación sin restricciones.
En la misma semana del anuncio se firmaron memorandos de entendimiento con gobiernos del Golfo Pérsico para vender soluciones de IA aplicadas a defensa, predicción financiera, monitoreo climático y vigilancia urbana.
Algunos analistas interpretan estos movimientos como una respuesta directa a la creciente influencia de China, que en los últimos años ha expandido agresivamente su ecosistema digital a través de Huawei, Tencent y sus propios modelos de lenguaje, como ERNIE y WuDao, que ya compiten en potencia con sus contrapartes occidentales, y el chip Ascend 910B de Huawei ha comenzado a desplazar al H100 de Nvidia en mercados regionales clave.
El AI Action Plan incluye medidas específicas para impulsar la producción nacional de semiconductores, con especial énfasis en la industria de Nvidia, que se ha convertido en un pilar del dominio estadunidense en IA.
También buscará limitar el acceso de China a los componentes más avanzados, tanto mediante sanciones como a través del control de exportaciones estratégicas.
“El plan reconoce que la IA no es solo una herramienta económica, sino un vector de poder blando y duro”, explica el politólogo Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group.
“Quien controle los algoritmos que filtran la información, predicen el comportamiento y automatizan decisiones tendrá una ventaja estructural sobre sus rivales”, puntualiza.

Doctrina Reagan
Algunos comentaristas conservadores ya se refieren al plan como “la doctrina Reagan de la IA”, en alusión a la estrategia tecnológica de los ochenta que buscaba dejar atrás a la Unión Soviética mediante superioridad informática y satelital.
En esta nueva etapa el adversario no es el comunismo, sino la regulación supranacional —como la impulsada por la Unión Europea con su AI Act (Artificial Intelligence Act o Ley de Inteligencia Artificial) — y la influencia digital del Partido Comunista chino.
En esa lógica, el plan también busca contener los intentos de regulación “extraterritorial”. Trump se ha mostrado abiertamente hostil a las iniciativas europeas que intentan imponer principios de transparencia, explicabilidad y no discriminación a los sistemas de IA, alegando que representan “una trampa para las empresas estadunidenses”.
Al mismo tiempo, se plantea crear un marco jurídico que reconozca a la IA como parte de la “infraestructura crítica nacional”, lo cual permitiría al gobierno federal intervenir directamente en la asignación de recursos energéticos, terrenos y servicios esenciales para su desarrollo.
En otras palabras, la IA pasaría a ocupar un lugar similar al de los puertos, aeropuertos o redes de telecomunicaciones en la política industrial estadunidense.
Riesgos
Pero esta visión no está exenta de riesgos. Expertos en sostenibilidad advierten que el crecimiento acelerado de los centros de datos —especialmente en zonas áridas o de alta demanda energética— podría agravar la crisis climática y energética.
Además, el uso de IA sin regulaciones claras podría amplificar sesgos históricos, vulnerar derechos civiles y dificultar la rendición de cuentas.
“Cuando se entrena un modelo de IA, también se entrena una visión del mundo”, afirmó Timnit Gebru, exinvestigadora de ética en IA en Google. “Si ese entrenamiento se da sin transparencia, sin representación diversa y sin mecanismos de corrección, terminamos reforzando las desigualdades existentes con la autoridad de una máquina”.
Además, la designación de modelos “no neutros” podría derivar en una especie de purga algorítmica, donde sistemas que incorporen valores progresistas o enfoque en derechos humanos queden fuera del ecosistema estatal, con consecuencias graves para el pluralismo digital.
Batalla por el futuro
Aún es temprano para anticipar el impacto real del AI Action Plan de Trump, pero lo cierto es que ya está reconfigurado el debate político y tecnológico en Estados Unidos.
Lo que para algunos representa una visión audaz de soberanía tecnológica y dinamismo económico, para otros encierra una peligrosa combinación de populismo digital, extractivismo energético y regresión ética.
En cualquier caso, la IA deja de ser un campo puramente técnico para convertirse en un eje de poder, identidad y confrontación global. Lo que está en juego, afirman expertos, no es solo la productividad o la innovación, sino el tipo de sociedad que queremos construir en los próximos 30 años.
Con su nueva apuesta, Trump no solo quiere convencer sobre su mandato: quiere ganar la carrera por el futuro.
Tres pilares del AI Action Plan
» Desregulación acelerada Eliminación de normativas consideradas restrictivas para la innovación.
» Infraestructura tecnológica Incentivos para construir centros de datos y fábricas de chips, expansiones eléctricas y reducción de normas ambientales.
» Liderazgo global en IA y seguridad Fomentar exportaciones, diplomacia tecnológica y defensa cibernética estratégicas.
Claves del plan de acción
Se anunciaron tres órdenes ejecutivas para:
- Revocar la normativa de Biden EO 14110, 2023 y sustituirla por la EO 14179 firmada en enero, orientada a “remover obstáculos” para la supremacía estadunidense en IA.
- Bloquear fondos federales a estados que impongan regulaciones restrictivas.
- Prohibir contratos con sistemas “ideológicamente sesgados”.
- El plan también incluye medidas para facilitar la construcción de centros de datos (exenciones bajo la Ley NEPA, Clean Water Act), fomentar la ciberseguridad de infraestructuras críticas y acelerar permisos para chips e infraestructuras en territorios nacionales por parte del Ejército.
Fuente: AP/CyberScoop
Impacto ambiental
• Los centros de datos consumen de 1 a 3% de la electricidad mundial.
• Sobrecarga de redes eléctricas y escasez hídrica.
• Falta de evaluaciones ambientales rigurosas.
Fuente: CyberScoop
Efecto geopolítico
• Nuevos acuerdos con Emiratos Árabes Unidos y Omán.
• Venta de software de defensa, vigilancia y análisis predictivo.
• Estrategia de contrapeso tecnológico frente a China.
Fuente: CyberScoop