Equivocarse es humano y perdonar es divino.
Alexander Pope
Quizá sea fácil para muchos pedir perdón, al igual que puede parecer sencillo otorgarlo. ¿Pero qué sucede con el perdón hacia uno mismo? Tal vez es el perdón más difícil de brindar y, sobre todo, de integrar. A lo mejor nunca lo hemos hecho y sin embargo es muy importante lograrlo. Si bien cada vez hay más estudios que analizan lo que significa perdonarse a uno mismo, se sabe menos sobre las experiencias de aquellas personas a las que les resulta difícil perdonarse a sí mismas.
En un artículo publicado en la revista Self and Identity, la sicóloga social Lydia Woodyatt y su equipo exploran por qué algunas personas permanecen atrapadas en ciclos de culpa y vergüenza, mientras que otras son capaces de seguir adelante.
En su estudio descubrieron que el perdón a uno mismo no es una experiencia aislada, sino un proceso que requiere tiempo, reflexión y el apoyo de los demás.
Para explorar cómo experimentan las personas el perdón a sí mismas, los investigadores invitaron a 80 adultos de entre 21 y 79 años de todo Estados Unidos a participar en un estudio en línea. En primer lugar, se pidió a los participantes que recordaran una mala acción por la que se hubieran podido perdonar a sí mismos o no. Estas iban desde decepcionar a otros (descuidar responsabilidades o traicionar la confianza), fracasos personales (no terminar la escuela o permanecer en relaciones poco saludables), hasta por causar daño (emocional, físico o a la propiedad). Los participantes contestaron preguntas abiertas acerca de su experiencia, incluyendo por qué sentían que el perdón personal era necesario, qué estrategias usaron, las barreras a las que se enfrentaron y cómo se sentían sobre ese evento hoy.
Asimilar
El equipo pudo identificar cuatro temas clave en la forma en que las personas experimentaban el perdón a sí mismas: cómo se relacionaban con el tiempo; las preocupaciones sobre la capacidad de actuar; los retos para su identidad moral y social; y las formas en que afrontaban las emociones negativas.
También, curiosamente, aquellos que no eran capaces de perdonarse a sí mismos dedicaron mucho más tiempo a escribir sobre sus experiencias, alrededor de diez minutos, en comparación con los siete minutos de los que ya se habían perdonado.
En cuanto al tiempo, muchos participantes que no se habían perdonado indicaron que les seguía afectando y que seguían sintiendo las mismas emociones negativas.
En el tema de la capacidad de actuar algunos sentían culpa, pensando que podrían haber actuado con más decisión para evitar el daño.
Las malas acciones también sacudieron el sentido de identidad de algunos participantes.
Y, por último, en cuanto a las estrategias de afrontamiento las personas incapaces de perdonarse a sí mismas solían recurrir a la distracción con otras cosas.
Según Woodyatt, estos relatos sugieren que el perdón a uno mismo no es solo cuestión de esperar a que pase el tiempo ni de una mera distracción, sino un proceso complejo que implica asimilar la culpa y la responsabilidad, recibir el apoyo de los demás y comprometerse profundamente con lo que ha sucedido.
Indica que comprender este proceso puede ayudarnos a todos a apoyar mejor a los demás para que se perdonen a sí mismos, tanto en la práctica clínica como en la vida cotidiana.
Y tú, ¿te has perdonado ya?