SABIA VIRTUD…

El hombre de las mil anécdotas; el amor, dicen, de María Félix.

Alberto Barranco
Columnas
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Inquirido con lleno al tope por uno de los ansiosos concurrentes a una célebre conferencia en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García sobre los ingredientes del periodista, la enumeración se inició con un lacónico: “No ser pendejo”. Así era Renato Leduc.

El poeta de la irreverencia, el articulista de eterna labor contra el sistema. El hombre de las mil anécdotas. El amor, dicen, de María Félix.

Si la plaza y el pequeño busto de la colonia San Rafael, límite de la calle Gómez Farías e Insurgentes, rememora la huella, la ruina de la en alguna vez legación rusa, otra, Liceo Fournier, en el vértice de Rosas Moreno y Antonio Caso, alguna vez Artes, mantiene viva la flama.

El departamento-oficina-sala de espera-salón de fiestas del autor del soneto Imposible que se volvió canción y Marco Antonio Muñiz lo trocó en himno: Tiempo (“A tiempo amar y desatarse a tiempo”).

Ahí llegaba la caravana campesina con sus eternas denuncias de despojo de tierras en pro del eco del anfitrión… acompañando el agradecimiento con una docena de odres de pulque, que se agotaban en un día.

Entre el enjambre de patética escenografía, el improvisado escritorio, la destartalada máquina de escribir, los desvencijados libreros y el cerco de papeles, destacaba el lujo de una cama con cabecera de latón coronada por el águila republicana, cuya historia aderezaba la fiesta.

Convocados a una expedición veraniega al calor intenso de Cuernavaca, la Doña, brazo al calce del marido Agustín Lara, la bailarina Dolores Téllez Wood (La muñeca), el actor Augusto (Tito) Novaro y el compositor Rodolfo Sandoval (El chamaco), este sería el primero en abandonar la sobremesa de la cena para regresar de inmediato con alaridos y ojos desorbitados: “¡En la cama de mi cuarto está el cadáver de Benito Juárez!”

A pesar de las copas, o quizá por ellas, el grupo decidió constatar la fantasmal escena, encontrando solo una vieja cama… y la motivación para cerrar a carcajadas la velada. El mayor estrépito apuntaba a Leduc.

Tarde de lluvia

Semanas después, con los atentos saludos de Agustín Lara y María Félix, llegaba la cama a la casa del poeta con un recado escueto: “A ver si como roncas duermes”.

Nacido en la Ciudad de México en noviembre de 1897, hijo del periodista de ascendencia francesa Alberto Leduc, colaborador del Diario del Hogar de Filomeno Mata, cuya infancia vivió en la zona de la Villa de Guadalupe, trabajando, apenas adolescente, en el Departamento de Medidores ubicado en la Plaza 2 de Abril para en su juventud ser telegrafista, con estadio en las filas revolucionarias, además de estudiante de leyes, Renato Leduc había llegado a la casona de tres niveles de la colonia San Rafael tras su frustrado matrimonio con la pintora Leonora Carrington y larga estadía en Europa en función burocrática.

Bailarín estelar de danzón en el Salón México; habitual concurrente a las tertulias más célebres, entre ellas en la casa de su compañero de preparatoria Manuel Bernal, Tío Polito; padrino del nombre de la canción Naufragio de El flaco de oro y asiduo del centro nocturno Capri y el restaurante El Taquito, el poeta escribió el soneto Tiempo refugiado en el zaguán de una vecindad una tarde de lluvia.

Célebre por su lenguaje, calificado de procaz por las buenas conciencias, su columna Banqueta del diario Últimas Noticias de Excélsior provocaba palidez en los políticos.

Comentarista de noticias en televisión, a invitación del publicista Eulalio Ferrer tendría Leduc su propio programa de entrevistas, Rincón Bohemio, cuya vida se extinguió cuando tocó con Emilio el Indio Fernández el tema de la prostitución.

La larga caminata lo toparía con los escritores de la Revista Moderna, además de la flor de periodistas, actores, pintores, intelectuales y bohemios, conociendo también en sus correrías en el Viejo Continente a Max Ernest y el pintor Pablo Picasso.

Las últimas escenas las vivió en Tlalpan, quien le homenajearía a su muerte, el 22 de enero de 1987, con un busto develado por el presidente José López Portillo.

Como dice el refrán/ dar tiempo al tiempo/ que de amor y dolor/ alivia el tiempo.