SEÑALES DE HUMO

Vaticano
Lucy Bravo
Columnas
Share

Desde que el cónclave se reúne tras los muros de la Capilla Sixtina la humanidad ha contenido el aliento, cautivada por el misterio y el poder de un ritual que elige al líder de millones de almas. Sin embargo, mientras el mundo espera las señales de humo cada vez que se elige a un nuevo Papa, el cónclave se ha convertido en un evento que trasciende ya lo religioso y pasó a ser un momento definitorio para el escenario internacional: sin importar quién resulte electo, los retos geopolíticos que enfrentará el nuevo Pontífice son colosales y exigen una diplomacia audaz, adaptable y, sobre todo, estratégica.

El próximo Papa enfrentará un triple desafío: unificar una Iglesia dividida entre tradicionalistas y progresistas, liderar en un mundo marcado por guerras y autoritarismo, y revitalizar una institución que pierde relevancia en algunas regiones mientras crece en otras.

El Cónclave en sí es un microcosmos de estas tensiones, porque los cardenales no solo deben elegir a un líder espiritual para más de mil 400 millones de católicos, sino también un estratega capaz de gestionar una institución global en crisis.

Sin duda, el primer desafío será interno: unificar a una Iglesia fracturada. Las tensiones entre alas conservadoras y progresistas, exacerbadas por debates sobre el celibato, el rol de la mujer o la inclusión de la comunidad LGBTQ+ limitan la cohesión del mensaje vaticano. Un Papa incapaz de tender puentes internos arriesga proyectar debilidad en la arena global, donde la autoridad moral es su principal moneda de cambio.

El segundo gran reto será navegar en un orden global polarizado. La rivalidad entre Estados Unidos y China, agravada por la reelección de Donald Trump y su política aislacionista, ha debilitado las instituciones multilaterales donde el Vaticano históricamente ha mediado. Desde la Guerra Fría, la Santa Sede ha sido un actor discreto, pero efectivo, en conflictos como el deshielo entre EU y Cuba en 2014 o las negociaciones de paz en Colombia. Sin embargo hoy, con un Consejo de Seguridad de la ONU paralizado, el nuevo Papa deberá decidir si el Vaticano refuerza su rol como mediador neutral o se alinea más explícitamente con ciertos valores democráticos frente a los avances del autoritarismo.

Diplomacia, tercer reto

Las guerras en Ucrania, Gaza y otras regiones, junto con el auge de regímenes autoritarios en países como Rusia, China, Turquía y Hungría, plantean desafíos éticos y diplomáticos para la Santa Sede.

Si bien el Vaticano ha mantenido una postura de neutralidad en conflictos, las críticas a Francisco por no condenar explícitamente a Rusia en Ucrania han generado controversias. El próximo Papa deberá decidir si adopta un rol más activo como mediador de paz o mantiene la diplomacia cautelosa. Conflictos como el de Oriente Medio también exigen una postura clara sobre el diálogo interreligioso, especialmente con el islam y el judaísmo, sin alienar a ninguna comunidad.

Sin importar quién se convierta en sucesor de San Pedro, el nuevo Pontífice heredará un mundo en ebullición. Su éxito dependerá de combinar la tradición milenaria del Vaticano con una visión audaz para un siglo XXI caótico.

En un tablero donde las potencias miden fuerzas, el Vaticano no tiene ejércitos ni PIB, pero sí una voz que resuena. La pregunta es si el próximo Papa sabrá usarla para construir puentes o si, en su intento, se perderá en las grietas de un mundo dividido.