¿Cuál es la principal diferencia entre una democracia y una dictadura? Para un observador común quizás estos diferenciadores se encuentran en la estructura o composición de los sistemas políticos o, incluso, en las bases éticas que sustentan a un régimen. Esto no sería del todo equivocado, aunque tampoco nos ofrece un panorama completo.
Porque con base en la perspectiva del historiador Yuval Noah Harari la principal diferencia entre una democracia y una dictadura se encuentra —y ponga usted mucha atención— en la manera en la que operan sus redes de información. O, dicho de otra forma, el grado de libertad con el que fluye la información entre distintos actores determina el régimen en el que vivimos. Si no les queda claro, vámonos por partes.
En una dictadura, dice Harari, las redes de información se encuentran altamente centralizadas, creando un sistema donde la información fluye desde diversos “nodos” (cualquier actor social) en una dirección concreta: hacia el centro político del régimen, donde se toman la mayoría de las decisiones.
Las democracias funcionan de manera opuesta. Aunque aquí también existe un eje central (el gobierno federal), este convive con numerosos nodos de información descentralizados: la prensa, los partidos políticos, las ONG, universidades, las cortes, las publicaciones digitales. Estos nodos pueden comunicarse entre ellos sin tener que pasar por el centro, permitiendo una comunicación más fluida, variada, compleja y descentralizada.
Este libre flujo de información tiene otra virtud, y es que permite la creación de “mecanismos de autocorrección” donde los errores que cometa cualquiera de los nodos (incluido —y particularmente— el gobierno central) pueden ser detectados, analizados y expuestos por diversos actores, impulsando a tomar mejores acciones o a generar un cambio de políticas públicas.
Nada de esto sucede en las dictaduras. En los Estados autocráticos la gran mayoría de estos mecanismos de autocorrección son inexistentes, en parte porque un dictador tiende a eliminar rápidamente cualquier nodo que pudiera ser crítico (silenciar a periodistas, cerrar universidades, cooptar a las cortes, arrestar a líderes sociales, etcétera). Sumado a esto, en una dictadura la información que recibe el centro suele estar manipulada, ya que ninguno de los nodos pretende dar malas noticias, decir verdades incómodas o contradecir el discurso de la dictadura. Esto alimenta al centro con información basura y datos erróneos y finalmente encarrila a quienes toman decisiones a cometer errores cada vez más catastróficos.
Multidimensional
Todo esto debería de dar pausa al régimen que gobierna hoy a México. Sean cuales sean sus intenciones reales con la nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, la realidad es que la manera en la que está escrito el texto otorga un poder casi absoluto al Poder Ejecutivo y a su Agencia de Transformación Digital.
Esto representa un daño multidimensional para el Estado mexicano. En primer lugar, llevará a numerosos medios a autocensurarse para evitar enfrentarse con el régimen; esto dejará a la sociedad peor informada sobre los asuntos públicos, lo que a su vez evitará que exista una discusión abierta y objetiva entre los diversos nodos que componen a una democracia. Al final, es inevitable que el sistema de información del que habla Harari se transforme de uno variado y complejo a uno unidireccional, eliminando otro mecanismo de autocorrección para el centro que toma decisiones.
El régimen quizá crea que doblegando a los medios de comunicación se está ahorrando los problemas de convivir con una prensa crítica e incómoda. La realidad, como pueden ver, es más compleja. Porque lo que realmente está logrando es encadenarse a un sistema de información que ha llevado a numerosas dictaduras al fracaso y al colapso.
El gobierno de México puede tomar esta decisión bajo su propio riesgo, pero la historia nos demuestra que el destino es un cementerio de autocracias que quisieron controlar el flujo de información para terminar sepultados por su propia incompetencia, ineptitud, inoperancia e ignorancia.