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Donald Trump
Columnas
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Donald Trump siempre se ha distinguido por su estilo vertiginoso de gobernar. Y su segundo mandato no ha sido la excepción. En las últimas semanas ha dominado los titulares con una cumbre con Vladimir Putin, ataques al Smithsonian por su presunto enfoque en la esclavitud, la federalización de la policía en Washington, el despido del jefe de la Agencia de Inteligencia de Defensa y la irrupción del FBI en la casa del exasesor del presidente, John Bolton.

Su estrategia parece diseñada para evitar debates profundos, permitiéndole avanzar sin freno. Y está funcionando.

Lo que sorprende no es solo la falta de discusión sobre estos acontecimientos en la sociedad estadunidense, sino también el silencio ante sus incansables ataques a los cimientos del sistema económico norteamericano, mismo que se mantuvo intacto por 80 años.

Uno esperaría oposición de conservadores, empresas y la élite adinerada ante su repudio al “capitalismo de libre mercado”. Sin embargo, Trump ha desafiado esto, desde su campaña contra el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, hasta nominar a sus incondicionales a puestos clave y presionar por tasas de interés más bajas, lo que analistas advierten dañará la economía.

Sus acciones más recientes atacan principios básicos del libre mercado. Ha impuesto aranceles altos a múltiples países, fingiendo que no afectarán a consumidores estadunidenses, y adquirió 10% de Intel, mientras exime a Apple de dichas tasas a cambio de inversiones. Sin embargo, el caos proteccionista de Trump parece más impulsado por una política de extorsión a otros países que por una estrategia.

Atrapados

No es ningún secreto que para México los aranceles no solo amenazan el TMEC, afectando exportaciones, sino que se han convertido en la principal moneda de cambio en la relación bilateral. No solo por la profunda dependencia de la economía mexicana de su vecino del norte, sino porque además Trump mezcla todos los temas relevantes de cooperación en un solo costal, dejando a México a merced del ocupante de la Casa Blanca.

Poco le han importado las advertencias de los expertos sobre el costo para los consumidores estadunidenses y la distorsión de mercados globales. Más allá de eslóganes como America First es difícil ver la lógica del intervencionismo de Trump.

A diferencia de China, que impulsa industrias futuras como IA y energías verdes, Trump sigue favoreciendo sectores como petróleo y agricultura, donde radica una parte importante de su base, pero no parece haber una lógica a largo plazo.

En México esta deriva trumpiana sigue generando incertidumbre. Y si bien el efecto Trump en la economía global podría forzar a América Latina a realinearse, potencialmente beneficiando a China como socio alternativo, pero a costa de inestabilidad regional, mientras tanto México sigue atrapado entre la espada y la pared.

La revisión del TMEC en 2026 será un momento crítico para México. Estará en juego por lo menos 80% de las exportaciones. Sin una estrategia sólida la economía —estancada con un crecimiento menor a 1% según el FMI y azotada por los aranceles trumpianos— podría ver mayor inflación y desempleo.

Y mientras seguimos distraídos con escándalos políticos y titulares efímeros, el reloj trumpiano sigue corriendo. Tic-tac

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