CREAN UNIVERSITARIOS PRIMERA PARCELA AGROVOLTAICA EN MÉXICO

“Un modelo agrícola encaminado a establecer otro tipo de economía y sociedad”.

J. Alberto Castro
Columnas
PARCELA AGROVOLTAICA EN MÉXICO

Nuestro mundo no puede prescindir del mundo agrícola. La agricultura es un elemento de desarrollo económico y un eje de articulación social. Hoy, sin embargo, la producción de cultivos tiene un alto costo social: la agricultura y el uso de las tierras de cultivo es responsable de más de 20% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y del consumo de 70% de agua a nivel mundial.

Un tercio de toda la producción agrícola global se desperdicia; y a pesar del aumento constante del rendimiento de los cultivos cerca de 850 millones de personas pasan hambre.

Mientras la población mundial siga aumentando (a mediados de siglo se superarán los nueve mil millones de habitantes) la producción agrícola debe seguir creciendo. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) “el gran problema es que la trayectoria actual de crecimiento de la producción es insostenible”.

Cabe recordar que es una importante fuente de contaminación, ya que los fertilizantes y el estiércol transportados por el agua de lluvia alteran el frágil ecosistema de lagos, ríos y costas en todo el mundo.

La agricultura y la ganadería aceleran la pérdida de biodiversidad. Cuando se barren praderas o talan bosques para destinar el suelo a usos agropecuarios se pierden hábitats de vital importancia y se acaba con especies salvajes.

El desafío es tan descomunal, que desde hace algunos años se habla de la agricultura sostenible como una herramienta clave contra el hambre y el cambio climático.

Al hablar de sostenibilidad a menudo se enfrentan conceptos como los de producción ecológica e industrial, pero la agricultura sostenible va más allá. Como su propio nombre indica, engloba todas aquellas prácticas que permiten que la actividad pueda sostenerse en el tiempo. La degradación medioambiental y la contaminación influyen en esta sostenibilidad, pero también lo hacen factores como la variedad genética de las especies, la presencia de enfermedades, la eficiencia energética o el uso del agua.

Conscientes del tránsito hacia un mundo sostenible diversas universidades del orbe (la de Arizona, la Mohamed VI de Marruecos, varias de Israel y de Kenia, las mexicanas Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Tecnológico Nacional de México y el Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia) formaron un consorcio internacional con el propósito de consolidar proyectos sustentables para la agricultura del futuro como, por ejemplo, la creación de granjas con una doble función: aprovechar el terreno para obtener energía solar y para la producción agrícola.

Energía y alimentos

La UNAM, y en particular la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ), en alianza con el consorcio internacional de universidades crearon en la localidad de Topilejo (Alcaldía de Tlalpan) la primera instalación agrovoltaica del país: la Parcela Agrovoltaica Sostenible y Educacional (PASE), con la cual se busca incrementar la calidad y cantidad de productos agrícolas, generar energías verdes, reducir hasta en 80% el consumo de agua y socializar nuevas tecnologías entre los productores.

Esta singular iniciativa se concretó e instaló en aproximadamente 350 metros cuadrados en los que el terreno se utiliza para generar energía fotovoltaica y alimentos. La infraestructura y los cultivos están dentro del predio del Centro de Enseñanza Práctica e Investigación en Producción y Salud Animal (CEPIPSA).

De acuerdo con los académicos de la UNAM la PASE es una propuesta primordial ante el cambio climático, que demanda ser más efectivos en la producción agrícola y ganadera y optimizar recursos como el agua y la energía solar.

En el ofrecimiento también participan el Instituto de Energías Renovables (IER, responsable académico del proyecto) y la FMVZ, mientras que el financiamiento de este innovador modelo agrovoltaico recayó en la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de la Ciudad de México.

En la parcela se colocaron 72 paneles solares y un sistema de captación de lluvia que cuenta con un tanque con capacidad para almacenar 145 metros cúbicos de agua que garantizan su riego en la época en que no hay lluvias.

La idea es estudiar en este espacio de aprendizaje y generación de conocimiento cómo se desarrollan los cultivos debajo de una cubierta fotovoltaica que genera electricidad, es decir, en un microclima especial. También se analiza el desempeño de las plantas fotovoltaicas cuando en la parte baja hay un proceso de transpiración, cuando los módulos trabajan a menor temperatura con mayor eficiencia.

La parcela tiene un sistema de riego por goteo y en ella se cultivan diez especies que han sido sembradas de manera intercalada, de forma que durante el día haya algunas que reciban sol en la mañana, otras al mediodía y unas más en la tarde. Con ello se busca identificar los efectos de la iluminación en el crecimiento de los cultivos. También incluye parcelas a cielo abierto para elaborar comparativos de los resultados.

Hay igualmente deshidratadores solares diseñados por expertos del Instituto de Energías Renovables a fin de que se conserve parte de la producción, que de otra forma se convierte en mermas.

Asimismo, se capacitará a estudiantes, productores y público en general respecto del proceso voltaico y el deshidratado solar.

La UNAM busca que los agricultores tengan mejores cultivos. Una manera de lograrlo es por medio de la generación de electricidad que ayude en parte de sus procesos productivos como la extracción, tratamiento de agua y riego. Sin duda, se trata de un modelo agrovoltaico en agricultura encaminado a establecer otro tipo de economía y sociedad.

La iniciativa y experiencia de la parcela agrovoltaica forma parte del Programa Nacional Agrovoltaico impulsado por la SEP y funcionará como una plataforma de estudios comparados con instituciones académicas del consorcio internacional que se han comprometido a desarrollar este modelo sustentable de agricultura en distintos puntos del planeta.

En el futuro se tendrá información y nuevos conocimientos acerca de las propiedades positivas y áreas de mejora y oportunidad de esta manera particular de producción agrícola.

Ante el dilema de cómo alimentar a un mundo sobrepoblado, las granjas ecológicas y la producción local cobran sentido frente a la agricultura convencional y el comercio mundial. Los partidarios de la agricultura convencional dicen que la mecanización, el riego, los fertilizantes y las mejoras genéticas pueden aumentar la productividad para ayudar a satisfacer la demanda. Sin embargo, los defensores de la producción ecológica y local sostienen que los pequeños agricultores de todo el mundo están incrementando notablemente su productividad con la adopción de nuevas tecnologías y técnicas que mejoran la productividad, el ahorro de energía y fertilidad sin recurrir a abonos y pesticidas sintéticos.

Es tal la dimensión de la gran carencia de alimentos que se avecina, que cualquier idea innovadora es bienvenida, porque para 2050 se requiere duplicar la producción agrícola mundial para alimentar a una humanidad alarmantemente hambrienta.

2050: ¿humanidad hambrienta?

850 millones de personas aún pasan hambre en el mundo.

En la actualidad, solo 55% de las calorías cultivadas en el mundo alimentan directamente a las personas; el resto da de comer al ganado (alrededor de 36%) o se convierte en biocombustibles o en productos industriales (en torno de 9%).

Aunque muchos de nosotros consumimos carne, lácteos y huevos procedentes de animales de cría intensiva, solo una fracción de las calorías presentes en los piensos acaban en la carne y la leche que consumimos.

Se calcula que 25% de las calorías alimentarias producidas en el mundo y hasta 50% del peso total de la producción de alimentos se desaprovechan o se pierden antes de llegar al consumidor.

Para mediados de siglo probablemente tendremos dos mil millones de bocas más que alimentar, cuando la población mundial alcance los nueve mil millones de habitantes.