WASHINGTON AFILA SUS GARRAS

“La Casa Blanca ignora los esfuerzos mexicanos”.

Washington
Lucy Bravo
Columnas
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La relación entre México y Estados Unidos atraviesa uno de los momentos más complejos en décadas, con múltiples frentes abiertos que evidencian la fragilidad de la estrategia reactiva del gobierno mexicano frente a la agresiva agenda de Donald Trump.

Desde el resurgimiento del gusano barrenador en la frontera sur, pasando por la ineficacia de la comitiva mexicana para frenar los aranceles de 5% a las remesas, hasta la preocupante decisión de adelantar la revisión del TMEC, México parece estar siempre un paso atrás.

Los aranceles de 25% impuestos por Trump desde el 4 de marzo de 2025, aunque relegados a un segundo plano en la discusión pública, tienen un impacto económico significativo. No es ningún secreto que generan incertidumbre en sectores clave como el automotriz y el electrónico. Algunos analistas consideran que, de mantenerse, estos gravámenes podrían provocar una contracción en la economía mexicana en 2025, desencadenando una recesión, una caída en la Inversión Extranjera Directa (IED) y posibles recortes en la calificación crediticia de la deuda soberana.

A esto se suma el anuncio de adelantar la revisión del TMEC, originalmente programada para 2026. Esta decisión, impulsada por las presiones de Trump, abre la puerta a una renegociación que podría imponer condiciones más duras para México, como reglas de origen más estrictas o restricciones comerciales adicionales.

Claramente, México está en una posición muy vulnerable y negociar desde ese punto será sumamente riesgoso. El TMEC ha sido clave para consolidar a México como el principal socio comercial de Estados Unidos, con un comercio bilateral que supera los 839 mil millones de dólares al año. Sin embargo, la retórica proteccionista de Trump, quien acusa a México de no hacer lo suficiente contra el fentanilo y la migración irregular, amenaza con desestabilizar este acuerdo.

Cambio de rumbo

Por otra parte, la relación en materia de seguridad entre México y Estados Unidos es particularmente paradójica, ya que a diferencia de otros países donde la estrategia de Trump es principalmente comercial, con México se entrelaza con acusaciones de inacción frente al crimen organizado y la migración. Mientras Trump justifica los aranceles de 25% a las importaciones mexicanas —y ahora 5% a las remesas— como una medida para presionar a México a frenar el flujo de drogas y migrantes, la Casa Blanca ignora los esfuerzos mexicanos, como el decomiso de 90 toneladas de droga y la detención de diez mil migrantes irregulares. Ya nada será suficiente.

Al mismo tiempo, crece la amenaza de retiro de visas a funcionarios mexicanos, alimentada por un discurso crítico desde Washington que señala el auge del crimen organizado. El reciente reconocimiento público del senador Marco Rubio sobre la violencia política en México, a un día del asesinato de dos funcionarios de alto nivel en la Ciudad de México el 21 de mayo de 2025, subraya una alarmante falta de confianza bilateral. Esta declaración no solo pone en evidencia la percepción de inestabilidad en México, sino que refuerza la narrativa de Trump en el sentido de que el país es incapaz de cumplir con los requisitos para levantar los aranceles, haciendo prácticamente imposible un acuerdo que desactive estas medidas punitivas.

México enfrenta una crisis multidimensional que exige un cambio de rumbo y acciones mucho más contundentes. La retórica de Washington y las medidas económicas punitivas han puesto en jaque la relación bilateral y aferrarse a las reglas tradicionales podría llevar a México a una derrota antes de ni siquiera comenzar la partida.

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