SELENA

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Columnas
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Todos podemos dejar un legado.

Selena Quintanilla

Esta nueva serie que comenzó a presentar recientemente Netflix es una biopic de la famosa cantante Selena Quintanilla, muerta a manos de la presidenta del club de sus fans, Yolanda Saldívar, el 31 de marzo de 1995.

Realmente es un bodrio. Tenía yo un rato de no ver algo tan mal realizado: mal planteada la historia, la producción de tres pesos, las actuaciones acartonadas y maniqueas.

Muy, pero muy mala. No hay idea. Siempre las carreteras están vacías: van en su camioneta y luego en su camión y no hay nadie al paso. Los conciertos hacen puras tomas cerradas para no ver al público y no existe escenografía.

La historia planteada en nueve capítulos (yo me los soplé todos con mucho trabajo y disciplina) nos muestra la vida de la familia Quintanilla y cómo el padre desea por todos los medios realizarse por medio de la voz de su pequeña hija. Él, que en épocas pasadas tenía un grupo llamado Los Dinos, añora los escenarios y lleva a su tres hijos a formar una pequeña banda.

Hasta ahí suena casi como en la vida real. El problema es cómo está planteada. El padre, por ejemplo, es un bonachón medio tirano pero no profundizan en el personaje, que resulta muy superficial. Yo alguna vez traté de llamar al verdadero padre de Selena para hacer un concierto. La verdad, al oírlo por el teléfono me pareció prepotente y hasta sangrón. Algunos de los más cercanos a la familia aseguran que maltrataba mucho a sus hijos. A mí no me consta pero, como dice el refrán, “Fuenteovejuna, señor comendador”.

Como sea la producción es muy raquítica, el vestuario es paupérrimo, los diálogos forzados y las locaciones muy pobres. No le echaron ganitas. Eso sí: se anunció con bombo y platillo y le metieron mucha lana para lanzarla al mercado.

Yo me quedo con la versión de Jennifer Lopez dirigida por Gregory Nava. Por favor, no pierdan el tiempo.

La carcachita

Tris tenía un gusto culposo: muy a menudo, cuando regresaba de algún caso, en su coche tenía el disco de la famosa Selena y ponía la canción de La carcachita. En su auto el reproductor tenía la función del USB. Previamente su amigo el hacker le había grabado la canción en loop, que no es otra cosa que repetir la canción hasta el infinito y más allá. Así que camino a su casa, sobre todo cuando el crimen era muy lejos, ponía el USB y todo el camino iba cantando y repitiendo la canción hasta que llegaba a su destino.

Había escuchado hacía muchos años a su padre decir que la música tiene la capacidad de iluminar los momentos más oscuros.