Un gran golpe y, en contraste, un tremendo error. Así parece ser la guerra contra el tráfico de enervantes. Siempre una de cal por las que van de arena. Siempre lo sublime acompañado de lo ridículo.
El golpe espectacular fue la captura de Miguel Ángel Treviño, el Z40, en un operativo de quirúrgica precisión de la Armada de México. La información disponible, con la historia del helicóptero que embosca durante la madrugada la camioneta del traficante y matón, es digna de una película de Hollywood o por lo menos de un episodio de alguna exitosa serie de televisión.
La misma contundencia del operativo convierte casi en una farsa los juicios de amparo promovidos por el Z40 por violación de sus garantías individuales. Si bien todo el mundo tiene derechos, y los tribunales, siempre tan proclives a obsequiar amparos, tendrán que considerar los argumentos de quien dice fue privado ilegalmente de su libertad y torturado, no deja de ser paradójico que estamos hablando de un presunto criminal al que se le adjudican, entre otras cosas, la tortura y homicidio de cientos, entre ellos los inmigrantes masacrados en San Fernando, Tamaulipas.
Por lo pronto, es cierto que muchas horas pasaron entre su detención, a las tres de la mañana, y su trasladado a las instalaciones de la SEIDO. El presunto delincuente fue detenido, según las autoridades, con dos millones de dólares y armas de alto poder en su camioneta.
Claroscuros
La precisión de la captura del Z40, sin embargo, contrasta con la injusta detención de la maestra Ángel de María Soto, una chica de 23 años a quien se acusó de tráfico de enervantes debido a que una maleta documentada a su nombre —pero que no era de ella— en un vuelo desde Perú venía cargada con diez kilogramos de cocaína.
La maestra, quien había viajado a Sudamérica para tratar de asistir a la reunión de la juventud que encabezará el Papa Francisco en Brasil, pero que tuvo que regresar por haber perdido el pasaporte, corrió al final con suerte.
“Por fortuna para ella —dijo el procurador Jesús Murillo Karam en una entrevista— encontramos fotos donde carga su maleta y es evidente que (la de la cocaína) no es suya”. De no haber sido por estas fotografías, y por el escándalo que hicieron los medios de comunicación, la joven maestra habría tenido que permanecer la mayor parte de su vida en la cárcel.
Una vez más la guerra contra el tráfico de estupefacientes revela sus claroscuros. La captura del Z40 demuestra que las fuerzas de seguridad de nuestro país, y en particular la Marina, tienen la capacidad para hacer un trabajo sumamente eficaz. Por otra parte, la detención de la maestra Soto, como las acusaciones en contra del general Tomás Ángeles Dauahare y otros militares recientemente liberados porque las acusaciones en su contra eran falsas, o los detenidos por el Michoacanazo, revelan que estas mismas autoridades pueden cometer los errores más graves o incluso actuar con mala fe.
Así es la guerra contra el tráfico de enervantes. Algunas de cal y otras de arena. Aunque no faltará quien diga que las de arena son mucho más abundantes.